La comedia humana, página 13 por ejemplo

Se conoce que le ha puesto a un ser humano un chip en el cerebro, o lo que tuviera en ese sitio

Rafael Campos

Rafael Campos

Parece que Elon Musk ha ganado este año pasado 95.400 millones de dólares, con lo que su patrimonio actual es de 232.000 millones de dólares. Elon Musk tiene once hijos, o sea, once problemas educativos, pero seguramente encargará la cosa a los mejores pedagogos, que tendrán en cuenta las especiales circunstancias de la prole. Estadísticamente, es probable que dos o tres le salgan raritos –miren los Ruiz-Mateos, seis de sus innumerables hijos están para hornear por la justicia–, estafa piramidal, cuando les falló el manto del «padre padrone» no se pusieron a trabajar laboriosamente. Inventaron una estafa ya inventada y ahora le echan la culpa al padre, al adefesio aquél que amenizó un par o tres de telediarios vestido de Superman con el calzoncillo sobrado de tela en el puente. Conque a ver en qué dan los once vástagos del señor Elon, que tocan a más de veinte mil millones de dólares de hucha ya sin dar palo al agua; imaginen cuando tomen conciencia de su tragedia existencial, cómo de motivados van a estar para la vida. Al padre, no obstante, lo sacan siempre haciendo el gilipollas en la tele. Pero es poco probable que este buen hombre sea tan gilipollas como aparenta –aunque le sale sospechosamente bien, no lo neguemos– cada mala decisión le hace perder o ganar miles de millones, o sea, que su monopoli no es como el nuestro. Es de verdad. Se le ocurre comprar Twiter y lo compra. Quiere un cohete para darse un paseo por el cielo y enseguida encuentra a un grupo de juláis que le pagan lo que diga por el taxi, y así con lo que quiera. Para eso es tantos millones de veces más listo –él, y no el que inventó la vacuna-. ¿Es entonces, en efecto, este maromo 232.000 veces más listo que nosotros? Ha inventando un coche de pilas y tiene comprada una cochambre que se llama X, donde hozan las criaturas de la mugre planetaria codeándose con la gente normal –más o menos, tampoco exageremos– en una especie de circo mundial de trolas e inmundicias nunca visto hasta ahora. Al parecer anda en pleitos que si le salen mal lo bajan del primero al tercero más rico del mundo. Esperemos que la cosa le permita dormir tranquilo, pobre, con la tribu de hijos a los que tendrá que preparar las tortitas del desayuno y la cartera y los donuts para el cole. En fin, lo de esta grey que saca la revista Forbes cada año da que pensar. Seguramente hay más gente con más pasta aún que paga por no salir. Pensemos en los hombre-monja de las monarquías del golfo, o de Arabia Saudí, donde se ha ido Nadal a empujar al movimiento feminista planetario a millón el raquetazo. Con lo bien que nos quedaba como héroe nacional, que lloraba y todo cuando se retiraba su compadre, el suizo, pero ni se le mueve la ceja más alta de las dos con lo que pasa en el país de las maravillas para el que trabaja –ahora que, pongámonos a soñar que nos extienden el cheque en blanco y a ver dónde metemos los principios nosotros, los justos–; así que tampoco nos pongamos toreros ni nos subamos al Everest de la moral –que se conoce que esta hecho una porquería, por cierto–. En fin, volvamos al dibujo animado con el que empezamos la crónica. Se conoce que le ha puesto a un ser humano un chip en el cerebro, o lo que tuviera en ese sitio el agraciado. Se dice que lo ha probado con chimpancés algunas veces y que algunos se le han muerto. No obstante lo cual –pelillos a la mar– le han autorizado a ponérselo al buen hombre, o mujer que se haya comprado. Será por pasta. Pongamos que sale bien y que manda con su cabeza como si fuera un ordenador. Y va y se carga un programa estupendo de IA. Imaginemos que se conecta por wifi y blutub con los restantes cacharros inventados. Lo mismo va el marciano y se mete en los canales de tv y nos hace creer que el juez García Castellón, un poner, que anda de juerga en juerga auto va auto viene antes de jubilarse, se ha hecho de Podemos y averigua por fin quién coño es M. Rajoy. Y a ver qué hacemos con el de verdad. Gensanta, qué tiempos. Y a todo esto van y sacan a un Cristo Horacio de nata y crema pastelera para la semana santa, con lo que nos va la marcha de los muñecos vestidos o desnudos, que el mazapán pone a cien al paisanaje en las procesiones de toda ocasión. No sé dónde vamos a parar, lo juro –me dice mi amiga que es muy leída–. Y si lo supiera me lo callaría, desde luego. No iba yo a reventar la sorpresa. Y más con los siete magníficos de Puigdemont primero de la Catalunya Lliure, cuya misteriosa agenda política se desvelará algún día para admiración y asombro de estrategas políticos de todos los tiempos, desde Cicerón, pasando por Savonarola y acabando en el más astuto de los diminutos Minairons. Y sin llover que estamos, encima.

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