Opinión

Las más carillas

La historia de la corrupción en España merecería un estudio que ocuparía decenas de volúmenes. El paradigma es Francisco de Sandoval, duque de Lerma y valido de Felipe III. Este tipo convenció al rey para que en 1601 trasladara la corte de Madrid a Valladolid, donde unos meses antes había comprado casas y solares que aumentaron su precio para su fortuna. Cinco años después, con el mercado inmobiliario hundido en Madrid, logró que la corte regresara a esta villa, donde había comprado casas y solares a bajo precio, y consiguió grandes beneficios. En 1621 el nuevo rey Felipe IV incautó parte de su fortuna y fue condenado por sus prácticas corruptas. Pendía sobre su cabeza la condena a muerte, pero fue nombrado cardenal y se libró del cadalso, algo así como una especie de aforamiento de la época; incluso llegó a correr una coplilla que rezaba: «Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado», en alusión al color de la vestimenta cardenalicia.

En los últimos años la corrupción y el poder siguen de la mano de modo indisoluble. Casos como el de Jordi Pujol, presidente de la Comunidad de Cataluña, y el famoso tres per cent, que va a quedar en nada con la Ley de Amnistía, o los escándalos del PP en varias localidades de la Comunidad de Madrid (¿alguien investigará alguna vez la recalificación de la ciudad deportiva del Real Madrid?; a que no) y de la Comunidad de Valencia (recuerden las grabaciones del ministro Eduardo Zaplana diciendo que estaba en política para enriquecerse y la de Alfonso Rus, presidente de la Diputación de Valencia, contando millones de «pelas» procedentes de una «mordida») ya parecen olvidados.

Esta semana ha saltado un presunto caso de corrupción con la detención e inmediata puesta en libertad con cargos de un tal Koldo García, macarra de puticlub en su día, que pasó a ser asesor-asistente del ministro José Luis Ábalos y consejero de Renfe Mercancías, sin duda debido a su gran conocimiento sobre transportes, ya me entienden. Milagrosamente, este personaje de sainete, al tal Koldo me refiero, incrementó su patrimonio en cerca de dos millones de euros por la supuesta mediación en la compra de mascarillas durante la epidemia de covid. A semejante joya, el actual presidente del Gobierno le confió la custodia de sus avales en las primarias del PSOE y lo puso como «ejemplo de militante socialista» (Koldo significa en euskera «guerrero ilustre»), con permiso del alcalde socialista de León, claro, al que Koldo amenazó con «joderle la vida».

Suscríbete para seguir leyendo