Opinión | AL TRASLUZ

Espejos y reflejos

Estos días atrás, como a tantos otros españoles, las lluvias han alterado mis planes. Una de las consecuencias de ello es que he seguido por diversos canales de televisión nacional y un par televisiones autonómicas (no la nuestra) las noticias y previsiones meteorológicas, convertidas en protagonistas involuntarias junto a las procesiones que lograban recorrer las calles de España, e incluso junto a las que no lo lograban, al anteponer la salvaguarda de su patrimonio cultural al desfile tanto tiempo ensayado y esperado. Sea como sea la cuestión es que, en contra de mis hábitos, he visto la televisión. Aunque quizás para más exactitud habría de decir que he visto «el tiempo» y los anuncios. Y es a éstos, y a un asunto vinculado a ellos, a lo que quisiera dedicar mi espacio hoy. Pues bien, creo que, como mínimo, hay dos espejos que muestran bien a las claras nuestro reflejo: la publicidad y el comercio. Voy por orden. Primero: leía en el periódico la semana pasada que en nuestro país hay 3.000 perros (censados) más que niños. Por supuesto no llevo la cuenta, pero basta con callejear un poco para percatarse de la proporción. No seré yo quien censure el vivir con uno de ellos, yo que lo he hecho durante buena parte de mi vida y bien agradecida que les estoy a los que me acompañaron. Sin embargo, sí me llama la atención el hecho de que muchos de los anuncios de la televisión se destinen a la promoción de productos vinculados a las mascotas: alimentación, medicamentos, seguros de salud... No hace tanto los que teníamos perro(s) en casa no disponíamos de una oferta de tal calibre, lo cual me lleva a pensar que las empresas se han dado perfecta cuenta de que «los tiros» van por ahí, que el personal se deja un dinero nada desdeñable en ello. Por otro lado, entonces, cuando la atención a las mascotas no se llevaba tanto tiempo de los anuncios de la tele sí había, en cambio, espacios destinados a productos infantiles; y no me refiero sólo a los juegos y juguetes, reducidos ahora al tiempo previo a las navidades, me refiero también a la alimentación y los cuidados más diversos. En la actualidad, sólo una marca de pañales hace su aparición en las pantallas. ¿No me dirán que ello no refleja lo que hemos decidido hacer con nuestras vidas y nuestro dinero? Y segundo, y continuando con lo mercantil, no creo que haya nadie que no se haya dado cuenta de que cada vez son más los locales comerciales vacíos en las ciudades. Vacíos pero que antes no lo estaban, claro, y no me refiero a los mercados tradicionales, convertidos en túneles oscuros, pues donde la vida bullía gracias a las voces y colores sólo queda hoy un silencio vacío. Pienso en las tiendas a pie de calle con sus escaparates mostrando las más variadas especialidades, tiendas que casi siempre llevaban a gala el apellido familiar, dejando muestra de que detrás había un impulso personal que merecía un rótulo. Nada ni nadie ocupa su lugar, no es posible ¡a quién le extraña! Para cierta vergüenza nuestra (al menos mía), Zaragoza se ha convertido en la ciudad con más centros comerciales al duplicar la media estatal de metros cuadrado de grandes superficies por habitante. Habrá quien incluso lo vea como un reflejo de modernidad. Yo, por contra, lo veo sobre todo como un reflejo de desmesura y desorientación. En todo caso, no dejen de pasear por nuestras calles y juzguen por ustedes mismos.

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