EL TRIÁNGULO

El efecto llamada desde Sabiñánigo

Carmen Lumbierres

Carmen Lumbierres

Más de 19.000 personas han desembarcado en Canarias desde junio de este año, no en una parada turística de un crucero como bien sabrán, ni con los suficientes recursos para ser considerados una gran oportunidad como ocurre con la llegada de personas de relumbrón en el mundo del fútbol, sin ir más lejos. Aunque ya hay algunos que se preguntan retóricamente a qué vienen o qué están buscando, todos sabemos la contestación, otra cosa es que no queramos verlo porque es doloroso e imparable. La red de acogida está mucho más reforzada desde la crisis de los cayucos de 2008 que nos dejó imágenes de cadáveres en nuestras costas al lado de turistas estupefactos tumbados en sus toallas aprovechando el sol y el buen tiempo de nuestro país. Aun así, la incesante llegada de cayucos en las últimas semanas ha tensado cualquier previsión, y ha devuelto el debate entre el Ministerio de Seguridad Social y del de Interior, que se mostraba contrario a las derivaciones de migrantes a la península. Esta vez, el traslado se ha hecho con agilidad ante el colapso de la acogida en las islas y unas relaciones mejor engrasadas entre ambos ministerios, no parece que tanto con las comunidades autónomas de acogida, que han lamentado no ser informadas.

Entre 2.000 y 5.000 personas podrían ser alojadas en los antiguos terrenos militares en el suroeste de Madrid, con la opinión en contra del Ministerio de Defensa, porque esos terrenos están destinados a la construcción de 12.000 viviendas. Molestan en todos los sitios y a casi todo el mundo. En el mejor de los casos porque te enfrenta a la dureza de su realidad que nos cuesta mirar, y en otros, porque se utilizan para azuzar el miedo sobre personas desesperadas que ni siquiera saben bien dónde han llegado, sólo con lo puesto, después de atravesar tierra y un mar del que alguno de los suyos no salió. Un cupo de 150 personas ha sido trasladado a Sabiñánigo, la ciudad con las personas más altas de España, a los que deben mirar los recién llegados con la misma sorpresa que a las montañas que rodean al valle. Y mientras los de siempre dicen que en Sudán hay jóvenes que pondrán en riesgo su vida por el efecto llamada del pueblo del Pirineo, la CEOS-Cepyme aragonesa acierta señalando el problema, se necesita mano de obra y la regulación de extranjería hace casi imposible todo lo que no sea contratación en origen. Si el lado humanitario no tira suficiente de nosotros, igual el de la utilidad laboral lo hará, la misma que obligó a hacer varias regulaciones extraordinarias a principios de siglo porque las restricciones absolutas no solucionan ambos fenómenos.

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