Opinión | EL TRIÁNGULO

Bendito maldito cambio de hora

El debate sobre la vuelta al horario europeo o la diferenciación según la zona geográfica es tan recurrente como estéril

Bienvenidos a la semana del jet lag. Seguramente hoy lunes se habrán levantado con más sueño que de costumbre. Sepan que tienen motivos de sobras. Esta vez, el baile de las manecillas del reloj nos ha hecho dar un pasito adelante este último fin de semana de marzo. Amanecerá y anochecerá más tarde con el objetivo de adaptar la jornada laboral para aprovechar mejor las horas de luz y ahorrar energía. Nos lanza así hacia el verano y el calor. Lástima que lo haga arrastrándonos por el camino de la somnolencia y la astenia.

Nos hemos acostumbrado a cambiar la hora dos veces al año en España. Una en octubre y otra en marzo. Primero para atrás y luego para adelante. Lo llevamos haciendo desde 1974 con la crisis del petróleo, aunque mucho antes, en 1940, Franco quiso sincronizarnos con la Alemania nazi también en el huso horario y adelantó 60 minutos nuestras vidas, la de sus compatriotas. Hasta entonces nos habíamos regido por el horario del meridiano de Greenwich, como Reino Unido y Portugal. Era la llamada hora occidental y, sin embargo, cambiamos al bando de Alemania, Polonia o Italia.

Ni siquiera en toda la península ibérica deberíamos tener el mismo huso horario, según los expertos. La diferencia de hora es notable, por ejemplo, entre Galicia y Cataluña al encontrarse en meridianos distintos. Pero el debate sobre la vuelta al horario europeo o la diferenciación según la zona geográfica es tan recurrente como estéril. Tampoco se presta atención a la transformación de las jornadas laborales, el teletrabajo o las nuevas costumbres del siglo XXI respecto al consumo energético. El Boletín Oficial del Estado contempla este reajuste hasta 2026, cuando habrá que renovarlo o dar un puñetazo en la mesa y echarle valor.

Las elecciones del 9 de junio al Parlamento europeo podrían introducir este tema en la agenda política si quisieran, pero no tiene pinta de que nadie se atreva a hacerlo a pesar de las sucesivas encuestas que se realizan. En 2023, el CIS preguntó a los españoles; cinco años antes la Comisión europea hizo lo propio con casi 5 millones de personas de territorio comunitario. En ambas, la mayoría de encuestados era partidario de abandonar el cambio de hora y ganaba el horario de verano al de invierno.

Como es costumbre en todo lo que tiene que ver con la Unión Europea, Bruselas quiso mantenerse ecuánime y sugerir a los gobiernos que optaran por un horario u otro sin variarlo. Como sucede también con las recomendaciones de las autoridades europeas, la respuesta fue la indiferencia. Todos han seguido su marcha, por lo menos hasta ahora. El año que viene volvemos a hablar.

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