La opinión de Sergio Pérez

Las cartas boca arriba y el lenguaje para adultos de Jorge Mas y sus socios

Jorge Mas y Raúl Sanllehí caminan por la Plaza del Pilar en la primera visita del presidente del Real Zaragoza a la ciudad.

Jorge Mas y Raúl Sanllehí caminan por la Plaza del Pilar en la primera visita del presidente del Real Zaragoza a la ciudad. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Cualquiera que tenga los pies sobre la tierra y comprenda mínimamente el mundo que nos rodea, cómo es, cómo se comporta, quién lo mueve, por qué razones y a partir de qué códigos de funcionamiento, habrá tardado muy poco en entender cuál es la idiosincrasia y cuáles las particularidades del heterogéneo grupo de inversión que se hizo con la propiedad del Real Zaragoza hace unos meses. Una unión de empresarios de altísimo postín financiero y con una cuota de poder extraordinaria, apoyados en un factótum de gran peso en el fútbol español, con un gestor de inversiones líder en el mundo como aliado en un segundo plano y conectados con la sociedad aragonesa a través de la figura de Juan Forcén, consejero superviviente, nexo con la realidad de la ciudad y entre el pasado y el futuro.

Todos unidos en torno a un proyecto muy ambicioso sustentado en dos pilares fundamentales y en dos nichos de inversión: volver a hacer grande al Real Zaragoza con su retorno a la Primera División y construir un nuevo estadio en la ciudad en una operación urbanística de enorme alcance. Al fondo de cualquiera de las dos vías, siempre una importante posibilidad abierta de negocio a medio y largo plazo.

Para poner en marcha su proyecto, Jorge Mas y todos sus socios, o todos los socios y Jorge Mas, han realizado un desembolso económico muy importante a distintos niveles: ampliaciones de capital, reducciones y cancelaciones de deuda y varias operaciones indirectas. Inversiones a gran escala para darle velocidad de crucero a su plan y con un doble objetivo, el primero conseguido (aumentar el límite salarial para situarlo en la parte media-alta de la categoría) y reforzar estructuralmente el proyecto para hacerlo aún más consistente en adelante con el fortalecimiento de sus soportes.

Los nuevos propietarios del Real Zaragoza han invertido ya mucho dinero en el club. Desde el punto de vista deportivo, Jorge Mas y Raúl Sanllehí, el director general, han sido siempre diáfanos. De su voz se ha escuchado que este proyecto es rotundamente de ascenso y de años, no de meses. Han hablado de no descartar todavía nada a pesar de los errores cometidos con Juan Carlos Carcedo, Miguel Torrecilla y con la mala primera vuelta del equipo y, sobre todo, han puesto el énfasis en trabajar sobre una hoja de ruta basada en la paciencia, los pasos firmes, el crecimiento y la sostenibilidad.

Cuanto mejor le vaya al Real Zaragoza, mejor les irá a ellos. Es de agradecer, por lo tanto, que cuando el debate sobre el futuro del estadio ha llegado a su punto máximo de ebullición hayan usado un lenguaje frontal y cristalino para dirigirse a la sociedad, a la que han hablado como adultos. La propiedad del club ha alegado al plan presentado por el ayuntamiento invitando a su modificación para que su inversión pueda ser rentable. En definitiva, pretende asegurarse que el retorno económico que consiga sea superior a lo que exponga.

Otra cosa es el debate ideológico y político, con aristas mucho más finas, pero de primeras es una buena noticia que la SAD lo haya contado así, mentando a la bicha con esa naturalidad. Ahora mismo, el club está en manos de unos señores de distintas nacionalidades, ajenos hasta hace nada a nuestro día a día, que sueñan con hacer grande al Real Zaragoza pensando en su propio lucro y en que la sociedad aragonesa se beneficie de ello indirectamente y en términos de felicidad. Unos señores que quieren arriesgar patrimonio para construir un gran estadio y unos ambiciosos equipamientos colaterales para que la ciudad disfrute de ellos y la vieja Romareda sea un teatro moderno donde volver a soñar. Y, por supuesto, quieren ganar dinero. Así, con un lenguaje para adultos, se lo han explicado al que lo haya querido escuchar.

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