Capítulo IX | Un pueblo unido por la libertad

Volvemos a casa. En pleno trayecto, Andrei les regala el coche a unos oficiales que perdieron el suyo en un ataque

Ucrania anhela la paz por encima de todo. Y luchan por ella también desde los colegios. Los niños confeccionan candeleros para llevar luz a los soldados de las trincheras

Capítulo IX. Ucrania, un pueblo unido por la libertad

Lara Escudero

Nuestro viaje por Donbás toca su fin. Pero, antes, hemos de desalojar el vehículo en el que hemos compartido tanto. Andrei ha decidido regalárselo a unos oficiales que han perdido el suyo en un bombardeo. Es una sorpresa. El atardecer empieza a esbozarse en el horizonte. Cogemos un desvío, hasta llegar a una pequeña localidad aún dentro del área de Donetsk.

Al llegar, los oficiales reciben a Andrei y David con entusiasmo. Lleva ayudándoles algún tiempo. Pero, en esta ocasión, no traen material táctico ni barritas energéticas. Esta vez, todo el coche es para ellos. No pueden ocultar la alegría. Miran al cielo. Ríen. Y se abrazan entre ellos.

En pleno instante de euforia, el más bajito le pregunta a Andrei, en tono divertido “quién es esta chiquitita”, refiriéndose a mí. Andrei les cuenta el periplo y este extiende sus brazos, invitándome a abrazarle. Doy un pequeño brinco ―el júbilo del momento es contagioso― y él me agarra hasta levantarme del suelo, al tiempo en que emite con ternura un “dyakuyu”. Un gracias. “Es emocionante para nosotros ver que gente de otros países os preocupéis por lo que está pasando en nuestra tierra, y que vengáis hasta aquí para ayudarnos y contarlo”, me dice.

Voluntarios tejen con textiles reciclados redes de camuflaje para ambulancias y equipamiento militar.

Voluntarios tejen con textiles reciclados redes de camuflaje para ambulancias y equipamiento militar.

Seguimos, de camino a un bar cercano, la charla sobre la devoción mutua por la labor de compañeros periodistas en terreno. También hablamos de la solidaridad de Europa para con Ucrania. "¿Cómo se ve el conflicto desde fuera?" “¿Qué tipo de tratamiento informativo se da?" “¿Qué opina la gente de a pie?" Son algunas de las preguntas recurrentes con las que me he topado a lo largo del viaje. Les preocupa la visión internacional y sus derivadas con respecto al conflicto, que puedan determinar el presente y futuro del país, más allá de la guerra.

Ya tomando algo, en un modesto reservado, les enseño algunas cabeceras españolas y les explico el concepto de invasión. Asienten, en silencio. Alzamos, entonces, nuestros tés y cervezas sin alcohol ―en Donbás no está permitido, y menos a las tropas―. El oficial más corpulento, y también el más tímido, ha propuesto, como despedida, un brindis por la libertad.  

Los niños elaboran candeleros para que los soldados tengan luz en la trinchera.

Los niños elaboran candeleros para que los soldados tengan luz en la trinchera.

Tras el encuentro, los tres compartimos furgón para volver a casa. El camino es largo y volvemos a echar mano de gasolineras para estirar piernas y saborear perritos calientes al más puro estilo ucraniano, con ese toquecillo picante muy agradable que los hace deliciosos. Estos simpáticos seres son también cultura e identidad. Dos fuerzas esenciales que Ucrania trata de proteger desde todas las capas sociales.

Candeleros, babushkas, amuletos de la suerte y el sueño por la paz

Impacta la labor en colegios ucranianos, donde los niños ofrecen sus pequeñas manos para confeccionar prendas quirúrgicas para hospitales de campaña o velas y candeleros para que los soldados tengan luz en las trincheras. Son sus padres. Sus hermanos. Sus defensores. Sus héroes. Incluso bajo el sonido de las alarmas, en los refugios de escuela, donde pasan horas, siguen trabajando. Muchos de ellos invierten incluso parte de su paga para ayudar a adquirir el material. Sueñan con una Ucrania libre.

Olga, joven veinteañera, es de Donbás. Y también voluntaria. Fundó una iniciativa al principio de la guerra para ayudar a sus vecinos. Gestiona envíos de comida y otros bienes por toda la región. Trabaja mucho con niños. Con soldados. Y hace de vínculo entre ellos, trasladando en cajas a las tropas los gestos de cariño que los pequeños plasman para ellos en dibujos y amuletos de la suerte. “Es su manera de velar por ellos. Los jóvenes, a través del voluntariado, estamos construyendo una nueva historia para Ucrania”, explica Olga.

“Muchas mujeres se han inscrito a centros de tiro. Practican por si un día deben empuñar un arma”

Desde su humilde casa, la entrañable Katerina, una de esas sabias Babushkas ucranianas, hace lo posible por conseguir suministros para los jóvenes de su pueblo que luchan ahora en primera línea. “Son nuestros chicos. Nos están defendiendo. Tenemos que ayudarles”, cuenta. Como Tania. Ella teje en su tiempo libre, con ropa reciclada, redes de camuflaje para cubrir ambulancias y equipamiento militar.  

De vuelta a Odesa, Anita me lleva a un centro de entrenamiento de tiro. Quiere contar que muchas mujeres practican semanalmente, por si llegara el día de empuñar un arma. Las inscripciones se han multiplicado en los últimos meses. Ella acude regularmente. Su puntería es excelente. Guarda todas sus dianas en un cajón en casa.

Es momento ya para el adiós. A orillas del Mar Negro. Aquí, los soldados vienen a rehabilitarse y a pasear por la arena, cuando no alberga minas. También los civiles se dejan atrapar por el baile de las olas y el polvo marino. Fijando la mirada en el horizonte, anhelan un mañana libre. Marina. Katerina. Olga. Tania. Anita. Andrei y tantos otros. Ellos son resiliencia. El rostro de una Ucrania unida por la paz.