El maestro Antonio Fumanal explica la cerveza como algo divertido que él alegra con nuevas creaciones. La última la ha hecho con microflora de Ordesa, como se fabricaba en los tiempos de Maricastaña. Justo así se llama su otra novedad.

—¿Qué es un maestro cervecero?

—Es alguien que entiende el proceso de transformar un cereal en un líquido bebible y agradable. Esa maestría se supone que te permite dirigir el proceso hacia lo que tú crees que a la gente le gusta. Cervezas más o menos pálidas, amargas, alcohólicas, modernas...

—¿Qué busca?

—Al final, nosotros tenemos que hacer un producto divertido. La cerveza tiene que serlo, y hay que conseguir que esa diversión encaje con tus modos de vida.

—¿Cómo imagina las nuevas cervezas?

—Es un proceso creativo. Por ejemplo, la que hemos hecho de castaña. Te informas, lees, aprendes y descubres que, en el fondo, las propiedades de la castaña no son tan diferentes de las del cereal.

—¿Cuáles son sus últimos diseños?

—Monte Perdido, que está hecha con microflora del valle de Ordesa. Fuimos allí con un par de científicos a buscar lo que menos se ve, lo microscópico. Ordesa no es como es por casualidad. Queríamos hacer una cerveza cuya madre fueran los microorganismos de Ordesa. Otra es Maricastaña, una cerveza alternativa muy nuestra, con ese aroma clásico de la castaña tostada de Independencia.

—¿Una marca tan consolidada no pierde la ilusión por buscar nuevos sabores?

—Nunca. Si no, la vida sería muy aburrida. Además, los cerveceros somos gente curiosa y, desde luego, poco aburridos. No hay nada más divertido que enredar, modificar, desafiarte a ti mismo con nuevas variedades.

—¿Cuántos estilos de cerveza hay?

—Miles. Son incontables.

—¿Cuál es la mejor?

—La que tienes delante y estás disfrutando, sin duda. La cerveza socializa o te ayuda a pasar la tapa menos jauta, como decía mi abuela… Ese es su papel.

—¿Se sienten orgullosos del significado que tiene Ambar en Aragón?

—Nuestro jefe de marketing dice que no somos propietarios de nuestra marca. Lo que hacemos es acogido y valorado por toda la comunidad que nos bebe. Es una responsabilidad y un orgullo porque somos parte de la vida de la gente.

—¿Cómo hay que tomar una cerveza?

—La primera condición es cierta tranquilidad. Luego, una copa limpia, fresquita y servida con dos dedos de espuma.

—¿La temperatura ideal?

—En España nos gusta fría. La nuestra, la Ambar, hay que servirla a 3 o 4 grados. Otras más sofisticadas se sabe que se pueden calentar un poco. Un buen cervecero suele tener una cerveza de barril exquisita, con todo perfecto y un grifo que le permite jugar con la cremosidad de la cerveza. Para mí la de barril es la mejor.

—¿Siempre en copa?

—Sí. El efecto olfativo inicial es bajo porque la cerveza está fría. El primer trago suele ser corto, la mousse de la espuma, un efecto retronasal que se pierde conforme baja el vaso. Intentamos mantener ese efecto cerrando un poco la copa por arriba para que los aromas se queden dentro. Si fuera humo, lo veríamos.