Zaragoza vive la primera noche tórrida desde que hay registros

En la estación Zaragoza Aeropuerto se han alcanzado los 25, 7 grados durante esta madrugada

El termómetro del Coso junto a la FNAC marca 40 grados el martes por la noche

El termómetro del Coso junto a la FNAC marca 40 grados el martes por la noche / Jaime Galindo.

El Periódico de Aragón

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Descansar y conciliar el sueño ha sido misión imposible en Zaragoza. La ola de calor más larga del verano de 2023 pasará a la historia en la capital aragonesa. Por primera vez desde que hay registros, Zaragoza ha vivido este 23 de agosto de 2023 su primera noche tórrida.

En la estación Zaragoza Aeropuerto se han registrado esta noche 25, 7 grados de temperatura superando en un grado el máximo histórico aquí. Por tanto, se trata de la temperatura mínima más alta de la historia en la capital aragonesa y se ha dado a las 4.40 horas, aunque todavía falta la confirmación oficial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Cabe recordar que el primer registro de temperatura data de 1951.

En dos ocasiones, el termómetro se había detenido en los 24,8 grados en la estación de Zaragoza Aeropuerto, la más antigua de las dos que posee la capital aragonesa. Fue el 22 de agosto de este año que igualó al 13 de agosto del 2022. A muy poca distancia se quedó el 10 de agosto, con 24,7 y el 14 de junio de 2009, solo una décima por debajo.

Otras ciudades españolas como Barcelona, Sevilla, Córdoba o Palma están mucho más familiarizados con este tipo de noches tórridas.

Las 'noches tórridas' o 'noches ecuatoriales' son, desde un punto de vista meteorológico, aquellas donde las temperaturas están por encima de los 25 grados centígrados. En Barcelona, por ejemplo, antes de 2003 no se había registrado ninguna noche con estas temperaturas y, desde entonces, ya se han observado más de 40 que encajan en este umbral.

Los médicos advierten de que cuando los termómetros superan esta cifra también se produce un aumento de los trastornos del sueño así como los casos de insomnio. Asimismo, aumenta la irritabilidad, el estrés y el malestar emocional en la población general, así como un aumento de los ingresos psiquiátricos en pacientes con trastornos previos.