ZARAGOZEANDO

¿Qué se siente siendo un turista en tu propia ciudad?

Acompañamos a un grupo de turistas en un 'free tour' por Zaragoza de la empresa Paraguas Rojos

La guía explica al grupo de turistas el lugar en el que la tradición cuenta que se apareció la Virgen en Zaragoza.

La guía explica al grupo de turistas el lugar en el que la tradición cuenta que se apareció la Virgen en Zaragoza. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Iván Trigo

Iván Trigo

Una de las maneras más sencillas de conocer de forma rápida y barat las ciudades que se visitan son los free tours, un formato de visita turística que lleva años asentada en Europa. No obstante, a veces uno pone más empeño en aprender sobre lo ajeno que sobre lo propio. ¿Qué es lo que cuentan los free tours sobre Zaragoza? ¿Cómo es conocer tu propia ciudad con una guía?

Son las 10.00 horas de un frío viernes. A las puertas de la catedral de La Seo espera Clara, con su paraguas rojo, distintivo de la empresa de free tours Paraguas Rojos, algo que resulta obvio. Será la guía de un grupo al que se han apuntado tres hermanas de Vitoria, una madrileña, una pareja de argentinos residentes en Barcelona, una mujer de Alicante y un señor de Letonia. Antes de comenzar, Clara pregunta a todos si conocen cómo funciona el sistema, que consiste en pagar lo que cada uno considere justo. «Casi todo el mundo te da 5 euros. Los más generosos son los ingleses más jóvenes», explica la guía, que cuenta con la habilitación del Gobierno de Aragón.

La visita comienza resumiendo la historia de la ciudad, desde la llegada de los romanos y la fundación de Caesar Augusta pasando por la llegada de los visigodos, los musulmanes y los cristianos de nuevo. Escuchando a la guía, cualquier maño sentiría orgullo de la historia de su ciudad cuando ve la curiosidad con la que los turistas prestan atención y admiran los monumentos de la ciudad. Aunque ese sentimiento cambiará a lo largo del tour.

¿Quiénes pagan más?

«Hay quienes nos dicen en las visitas que la fachada principal de La Seo es fea. Así, sin rodeos», explica la guía, que después, para sorprender al público, se dirige a la plaza San Bruno para que los turistas contemplen el muro mudéjar de la parroquieta de La Seo, con su cerámica azul, blanca y verde y sus ladrillos. Y las caras apuntan y miran con detenimiento.

Todo el entorno de la catedral es bonito. Por mucho que los vecinos de la ciudad lo tengamos visto, es algo que nunca pasa desapercibido. Pero cuando el tour se dirige a la calle Mayor, el que fue el decúmano máximo de la Caesar Augusta romana, uno no puede dejar de sentir cierta desazón.

Mientras Clara explica que la calle está alineada con el este y con la salida del sol, uno mira arriba y comprueba cómo el urbanismo del desarrollismo de los 60 nos dejó una ciudad sin alma. La que antaño se denominó Zaragoza La Harta, debido a que la belleza de sus palacios sugería que aquí nadie pasaba hambre y todo el mundo tenía dinero.

Los turistas, por suerte, no reparan demasiado en estos detalles. Aunque cuando la visita se dirige al teatro romano, la guía sí que se encarga de explicar cómo la acción de las máquinas excavadoras destruyó parte de los restos del monumento que estuvo más de 1.600 años enterrado mientras se construían viviendas en todo el entorno. «¡Qué pena!», exclaman los visitantes.

La visita sigue en dirección hacia El Tubo, donde a los turistas les empieza a entrar el hambre. El orgullo maño regresa cuando a uno se le ocurren una gran variedad de bares que recomendar.

En la calle Alfonso I la bajona vuelve. Clara explica que muchos negocios que llevaban décadas abiertos cerraron con la pandemia y que las franquicias se han hecho fuertes. La imagen de fondo de la basílica salva la foto. Tras pasar por la plaza del Pilar, el tour se dirige a su fin, bajo la estatua del emperador Caesar Augusto, que fue un regalo de Mussolini a la ciudad. Al terminar, todos aplauden satisfechos. La impresión es que la ciudad les ha gustado y también sorprendido. «Zaragoza es mucho más que el Pilar», insiste la guía tras dos horas de recorrido y el relato detallado de 2.000 años de historia urbana.

«El turismo ha crecido mucho en Zaragoza. Podemos trabajar todo el año haciendo tours. Ahora tenemos a siete pero hemos llegado a tener grupos de 40», asegura Clara. La capital aragonesa gusta. Y eso es normal. Pero, ¡ay si la hubiéramos cuidado más!