Zaragozeando

Los secretos de la plaza de toros de La Misericordia

El coso zaragozano es el más antiguo de España de su categoría 

La DPZ se encarga de su mantenimiento y también de enseñarla a la ciudadanía en visitas guiadas

Iván Trigo

Iván Trigo

Hubo un tiempo en el que no se hablaba ni de La Romareda, ni del Auditorio –ahora denominado Princesa Leonor–, ni del Príncipe Felipe. Ni mucho menos de un nuevo WiZink Center. Hasta hace no tanto, Zaragoza solo contaba con un recinto apto para reunir a multitudes ya fuera en conciertos, mítines o espectáculos varios. Claro está que esa instalación surgió con un fin muy concreto: la lidia de toros. El ruedo de La Misericordia se inauguró dos veces entre 1764 y 1765 y en la actualidad, a pesar de llevar siglos en la ciudad, sigue guardando muchos secretos para los vecinos de la capital aragonesa.

La de Zaragoza es la plaza de toros de su categoría más antigua de España. Y se mandó construir por don Ramón de Pignatelli con un fin: sacar dinero. Eso sí, el ilustrado aragonés tenía un objetivo loable, que no era otro que mantener y financiar las actividades del hospicio que había en el hoy conocido como edificio Pignatelli, sede del Gobierno de Aragón.

Sin embargo, hoy es la Diputación Provincial de Zaragoza la propietaria de este inmueble. La institución se encarga de su mantenimiento y también de enseñarla a la ciudadanía, puesto que hay visitas guiadas que permiten conocer el interior del ruedo sin astados deambulando por el albero.

La plaza tiene siete ‘cuevas’ situadas en la estructura de la plaza antigua.

La plaza tiene siete ‘cuevas’ situadas en la estructura de la plaza antigua. / ÁNGEL DE CASTRO

La primera corrida en la plaza se celebró el 8 de octubre de 1764, coincidiendo con las Fiestas del Pilar. No obstante, la Misericordia se inauguró oficialmente en 1765 para hacer coincidir la fecha con la finalización de las obras de la Santa Capilla de la basílica del Pilar. Ambas obras son, además, del mismo arquitecto: Julián Yarza.

Su aspecto original dista mucho al que hoy en día se puede contemplar. En su exterior se combinaba el ladrillo con la mampostería y sin grandes alardes. Ni mucho menos se parecía a la imagen que todo el mundo tiene hoy de La Misericordia, un diseño que es obra de los arquitectos Miguel Ángel Navarro y Manuel Martínez de Ubago, quienes se encargaron de la reforma del edificio que se emprendió entre los años 1916 y 1918.

La capilla, uno de los espacios reservados en exclusiva a los toreros.

La capilla, uno de los espacios reservados en exclusiva a los toreros. / ÁNGEL DE CASTRO

Entonces se «recreció» la plaza, construyendo sobre la antigua infraestructura un «cascarón» que amplió el aforo y dotó a la plaza de una nueva imagen, que en el exterior es de estilo «neomorisco», que no neomudéjar, como bien explica Miguel Ángel, uno de los guías de la Diputación de Zaragoza que se encargan de los tours. Y es que si no hay plaza sin torero, tampoco hay visita que valga sin un guía con maestría. «Es muy gracioso y lo hace muy bien», comentan los visitantes.

Así, ese estilo neomorisco del exterior de la plaza «recuerda más a la mezquita de Córdoba» que a los elementos típicos del mudéjar aragonés. Este diseño se imitó después en otros ruedos como el de Las Ventas de Madrid.

En el interior, por contra, se usaron técnicas arquitectónicas muy novedosas para la época, puesto que se elevaron los nuevos graderíos sobre unas cerchas de hormigón, un material que permitió ahorrar tiempo y dinero en un momento en el que Europa se desangraba por la primera guerra mundial.

Lugares ocultos

Durante la visita se pueden recorrer espacios que normalmente no están abiertos al público, como la capilla en la que los toreros entran a rezar antes de comenzar la faena. El altar está presidido por una Virgen del Pilar y, a sus pies, hay dos reclinatorios.

La capilla está situada en una de las llamadas «cuevas» de la plaza de toros de La Misericordia, que son los huecos que quedaron entre los cimientos y bajo las gradas del edificio original, el del siglo XVIII.

Una estatua de Goya preside la puerta grande de la plaza de toros de La Misericordia.

Una estatua de Goya preside la puerta grande de la plaza de toros de La Misericordia. / ÁNGEL DE CASTRO

Hay un total de siete cuevas, que además están musealizadas y en las que se guardan objetos y recuerdos relacionados con el mundo del toreo. En estos espacios, que antaño sirvieron como lugar de almacenaje, se exhiben fotos de ilustres del toreo aragonés como Nicanor Villalta, El Tato o Florentino Ballesteros.

«Como decía mi abuela Milagritos, con estas fotos se pueden observar bien los dos tipos que pueden tener los hombres, el de torero y el de picador», cuenta Miguel Ángel ante las risas de los visitantes.

En este tour se puede caminar también bajo la puerta grande de La Misericordia, algo solo reservado para los maestros que consiguen el plácet del exigente público zaragozano. En ese punto hay colocada una estatua de Goya, puesto que el ilustre pintor aragonés, tan unido al mundo de la tauromaquia por sus grabados, también toreó en el coso zaragozano.

La plaza de toros de la capital aragonesa aguarda estos y otros muchos secretos. Es el primer ruedo de su tamaño en el que se instaló una cubierta (años 90) y fue el primer coso de España en el que se celebró una corrida goyesca, en 1927, aunque la fama se la haya llevado Ronda gracias a la estirpe de Paquirri.