Testigos callados de la historia de Zaragoza, desde el año 2005 existe un catálogo municipal de árboles y conjuntos singulares que por sus dimensiones o su importancia hay que preservar. Un listado de 57 ejemplares y once conjuntos singulares elegidos por su gran porte, su historia o la cultura implícita que contenían y que les hacían ser significativos. Unos héroes del tiempo, como se les definió entonces, que en estos siete años han caído en desgracia. La Asociación Naturalista de Aragón (Ansar) afirma que "un tercio han muerto, otro tercio se encuentra muy amenazado y el resto sí que permanece en buen estado".

Las causas

Preguntado el ayuntamiento al respecto, certifican que son diez los ejemplares muertos por distintas causas. Desde una tormenta de aire a la tala de operarios del Canal o Bomberos, una desaparición como consecuencia de una riada del Ebro, la falta de mantenimiento ejercida por un particular o los males de las obras de la ciudad. En cualquier caso, niegan que la mala conservación por parte de Parques y Jardines esté detrás de su desaparición.

"Solo se cuidan aquellos que se localizan en parques y jardines públicos. El resto, y por diferentes causas, adolece de falta de agua, de poda o de un mantenimiento esencial", contesta Ismael Sanz, miembro de Ansar.

Los conservacionistas critican que no exista una normativa clara específica al respecto, ni una dotación económica destinada únicamente a este objetivo. "En pocos años hemos visto cómo árboles que han subsistido cientos de años se han secado y han muerto", añade.

Unos y otros coinciden en señalar a las obras de la ciudad como parte fundamental del cuidado de los árboles, y también ven en la propiedad privada un problema al que hay que atajar.

"Si en Gran Vía y Fernando el Católico queremos que transcurra un tranvía con catenarias, habrá que podar las ramas para que pueda pasar", alegan en relación a las críticas lanzadas por el aspecto de estos árboles.

Por su parte, Ansar pide la actuación urgente en varios casos. Dos ejemplos serían la encina del Parque Bruil, "que está muy débil por las obras que se han realizado junto a la base del tronco, y que solo con llevar agua por goteo se solucionaría", o el laurel de la cárcel de Torrero, reivindicado por los vecinos.

Respecto al laurel, fuentes municipales recuerdan que vivió en un patio privado, acostumbrado a paredes de tres alturas y que estuvo descuidado. A ello se sumó que dos grandes ramas se rompieran tras una gran nevada.

La suerte

Otros no han tenido tanta suerte. Es el caso del cedro del Líbano, en el Arrabal. "Está completamente seco por una dejadez total. Con haber adecentado el entorno y haber instalado el riego por goteo estaría vivo", lamentan en Ansar. Y el ayuntamiento recuerda que era de propiedad particular. Resulta curioso que los propios vecinos de barrio lucharan en su día por salvarlo y para ello consiguieran incluso cambiar el plan urbanístico de la zona.

Y en cuanto a los conjuntos, en la UCI está el de grandes plátanos de sombra entre el puente del tercer cinturón y el del ferrocarril. De 24 ejemplares se ha pasado a unos quince.

Sea como sea, todavía pervive un buen número de árboles que por su altura, anchura o la memoria colectiva que arrastra su historia deberían de disfrutar los futuros vecinos de la ciudad.