Zaragozeando
El adiós a la plaza que da la bienvenida al corazón de Zaragoza
Pronto comenzarán las prospecciones en la plaza San Miguel para conocer qué hay en el subsuelo y poder diseñar así la nueva imagen de este entorno céntrico de la capital aragonesa
La plaza San Miguel vive sus últimos días antes de que empiece su transformación en un espacio más despejado, con menos tráfico y "más amable con el peatón", un mantra que habrá que ver cómo se concreta. Estos días van a comenzar las catas arqueológicas que servirán para saber si, bajo el piso del entorno, hay algún vestigio de la historia de Zaragoza que merece la pena rescatar o, incluso, sacar a la luz. Una vez terminen las prospecciones se procederá a diseñar el espacio, que junto al Coso se van a reformar integralmente.
No será difícil que, siendo el lugar en el que está situado, aparezca algún tipo de resto del pasado de la ciudad. El Coso era el límite de la urbe durante la época romana, por donde pasaba la muralla. Y en la esquina en la que se junta con la plaza estaba la judería en tiempos del medievo. La iglesia de San Miguel de los Navarros es parte de un antiguo convento y bajo ella un túnel reconvertido en cripta conecta con el Ebro. Es decir, las posibilidades de toparse con algo son elevadas. Y todo ello condicionará una reforma que pretende dignificar un espacio que es una de las entradas al Casco Histórico de la ciudad y que hoy en día está convertida en una dársena de autobuses.
Y es que por la plaza San Miguel pasan 11 líneas del servicio de autobús urbano. En cinco minutos parado en una de las esquinas uno puede contemplar hasta ocho de estos vehículos. En un espacio no tan grande hay hasta tres marquesinas. Aunque dos de ellas, eso sí, están en unos islotes de acera entre la calzada, en la que, casualmente, paran muchos vehículos en doble fila y también furgonetas de carga y descarga. El paraíso de las cuatro ruedas. En la plaza también hay un sinuoso carril bici que casi parece una prueba de eslalon y el peatón se encuentra pasos de cebra cada pocos metros. Las aceras, en la parte este, son estrechas. Falta un helipuerto en el centro para hacerla todavía más hostil para los viandantes.
Todo esto evidencia que es necesaria una reforma que, además, ayude a resaltar la esbelta silueta de la iglesia de San Miguel de los Navarros, una de las más significativas de Zaragoza. Lo ideal, además, es que aumente la cantidad de verde y que se mantengan los árboles de gran porte que ahora, al menos, dan sobra a los paseantes.
Y es que en el pasado, como se observa en una de las imágenes en blanco y negro que acompaña a estas líneas, en el centro de la plaza San Miguel había una zona verde llena de plantas y flores que, desde luego, hacían el lugar más presentable incluso de lo que es ahora. En este lugar estaba también la puerta del Duque de la Victoria, nombrada así en homenaje al general Espartero y uno de los 12 accesos que tenía la Zaragoza amurallada. Un mural en la actualidad recuerda el aspecto de la puerta, que desde luego aportaba también un toque muy sofisticado al entorno.
Fue en 1919 cuando desapareció esta puerta. Tiempo después, cuando la red del tranvía se extendió por la ciudad, los raíles cruzaron también la plaza San Miguel.
Habrá que esperar a saber qué nos depara el pasado, guardado en el subsuelo de la plaza, para conocer cómo será el futuro de San Miguel. Pero el lugar pronto cambiará de imagen para siempre.
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