LA SANGRÍA DEL SECTOR PRIMARIO

Un joven agricultor en Aragón: "Es imposible empezar en el campo si no te toca la lotería"

Dos veinteañeros que acaban de comenzar su carrera y un agricultor que tuvo que dejar su explotación analizan el sector primario en la comunidad

Recogida de fruta en la zona del bajo Cinca.

Recogida de fruta en la zona del bajo Cinca. / JAIME GALINDO

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

Casi siempre, en el campo aragonés, los jóvenes comienzan su andanza siguiendo los pasos de sus familias. Sin embargo, desde hace un tiempo, el sector ya no atrae savia nueva y la complicada situación (precios, rendimiento, falta de ayudas) lleva a un cambio de modelo en favor de explotaciones de mayor tamaño. Dos jovenes aragoneses y un agricultor retirado por la fuerza cuentan su experiencia, critican la soledad a la hora de emprender y dibujan el escenario futuro que se encontrarán las próximas generaciones.

Antonio Lázaro: "Es imposible empezar en el campo si no te toca la lotería"

Partió la explotación familiar con su padre y Antonio Lázaro se quedó con la responsabilidad agrícola a sus 25 años. «Me incorporé como joven agricultor, pero ese programa se me acaba ya porque llevo casi cinco años», explica este joven, que trabaja en la comarca Campo de Daroca.

El lustro que lleva dedicado al mundo rural, así como toda la experiencia acumulada por sus familiares, le permiten a Lázaro dar una visión general del campo aragonés. «Para los jóvenes es imposible empezar de cero, por mucha subvención que te den para comenzar», cuenta este joven agricultor, que ve como principales problemas «que nadie vende la tierra y seguimos con el lío de los derechos». Una reivindicación histórica, tanto en las organizaciones agrarias como entre los propios trabajadores, que reivindican que el que trabaje la tierra merece tener el derecho de esa tierra.

¿Cuánto cuesta comenzar en el sector primario? «Es carísimo, porque para comprar 150 hectáreas necesitas casi un millón y medio de euros y en maquinaria, sin tener nada, y queriendo tener todo completo, casi otros dos millones». Resultado, tres millones complicados de conseguir para un veinteañero: «Necesitas que te toque la lotería para empezar en el campo». Y en ocasiones, ni con la diosa fortuna de la mano, porque «sin nadie que se haya dedicado antes al campo, no puedes entrar en el sector».

En uno de los momentos más complicados para el campo aragonés, las previsiones que tiene Lázaro no son excesivamente positivas, ya que considera que «mejorar la situación es prácticamente imposible y creo que todo irá a peor».

La causa principal para este joven agricultor es el modelo de sociedad, una en la que «nadie quiere irse al pueblo al trabajar». Con ello, la consecuencia es un cambio absoluto en el modelo tradicional del campo aragonés, olvidándose de los pequeños productores: «Vamos al modelo de grandes propietarios, pero los jóvenes intentamos arrear hacia delante». 

Roberto: "Lo intenté todo hasta que toqué el fondo"

Roberto (nombre ficticio) llegó a acumular 300.000 euros en deudas porque su explotación de manzana no tenía rendimiento económico. Él es uno de esos casos que tuvo que abandonar un trabajo de toda la vida, «de generación en generación», porque el campo se había convertido en algo salvaje.

«Yo tenía campañas en las que llegué a producir un millón de manzanas», cuenta este agricultor aragonés, al que todo se le empezó a torcer «con la guerra de Ucrania, porque no nos dejaban exportar a un gran mercado como es Rusia». Antes, ya había tenido que hacer frente a plagas y malas cosechas.

«Tenía un empleado todo el año, toda la cadena mecanizada y gastaba casi 80.000 euros en la cosecha», detalla Roberto, que en su última campaña al frente de la explotación vendía «las manzanas a once céntimos, cuando producirlas costaba casi 27».

Su hermano, algo mayor que él, sigue ligado a la explotación agrícola, pero Roberto decidió hace un tiempo separarse del negocio que había dado de comer a su familia desde hace varias generaciones. «Tienes una sensación de fracaso y de vacío, es algo horroroso porque sientes que todo ha sido imposible».

La frustración le sigue acompañando, pero Roberto considera que «lo ha intentado todo pero al final no ha podido ser». Resignado, entiende que «había intentado todo pero llegué a tocar fondo». A aquellas personas que sigan intentando sacar adelante sus negocios en el sector primario y sufran en la aventura, Roberto quiere lanzarles un mensaje:_«No se pueden cerrar las puertas y si no merece la pena que lo dejen, no es importante el qué dirán los demás».

Hoy ha conseguido rehacer su vida y sigue trabajando en el mundo rural, con maquinaria. Como autónomo, se dedica a servicios agrarios, jardinería o reparaciones y cuidado de cunetas. «He tenido que volver a casa de mi padre pero he podido salir, me he dado cuenta de que hay vida más allá del campo». 

Ana Lorente: "Con la ayuda a la incorporación no da"

Ana Lorente lleva poco tiempo en la explotación familiar dedicada al pollo campero. Su reciente incorporación ha sido de la mano de su hermana, Inés, que también ha decidido apostar por el proyecto de la familia. Ambas, de 21 y 26 años respectivamente, sí se atreven a asumir el reto del relevo generacional en el campo.

«Mi padre tenía la ilusión de hacer una granja en la que los pollos se criasen como antiguamente», explica Lorente, que siente que ha vivido_«desde pequeña» esta situación y que las nuevas tendencias le han hecho incorporarse definitivamente al negocio familiar: «Siempre he estado ligada al mundo rural y, además, últimamente la gente se implica mucho en su alimentación, interesándose por ver la calidad de lo que come».

La presencia de la familia en el negocio fue clave para que Ana e Inés tomaran la decisión de trabajar en una granja que hoy tiene «entre 60.000 y 70.000 pollos camperos». Porque, de otra manera, habría sido casi imposible.

«Hay una subvención a la incorporación al mundo rural, pero con esa ayuda tampoco da», comenta Lorente, que cree que en su explotación, «con el terreno que necesitas y con lo que hay que comprar, si vienes de cero no es posible iniciar ningún proyecto». «El gasto se va mucho si vienes de la ciudad y no tienes nada en lo que apoyarte», completa la joven ganadera. La entrada de estas dos hermanas en el negocio familiar tiene como objetivo «ir renovando poco a poco la explotación», en parte apoyadas en esa línea de ayudas para que los jóvenes entren al sector primario.

En estos momentos, el negocio de Lorente incluye la granja y el matadero de los pollos camperos, pero aspiran a más. «Queremos tener todo el ciclo y ampliar con alguna planta para transformar el producto», señala Lorente, que define sencillamente lo que supone esta granja para ella: «Sí que puede llegar a ser el proyecto de mi vida».