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La sangre de Pedro IV

En octubre de 1348, en plena celebración de las Cortes de Aragón, el monarca se hirió con su propio puñal al escenificar la derogación de los privilegios nobiliares, rasgando una copia de los mismos que después arrojaría al fuego

Pedro IV el Ceremonioso.

Pedro IV el Ceremonioso. / EL PERIÓDICO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Era el 4 de octubre del año 1348, pero no era un día cualquiera ni en Zaragoza ni en el reino de Aragón. Ese día se estaban celebrando Cortes privativas del reino aragonés en uno de los complejos arquitectónicos más grandes de la ciudad en ese momento: el Monasterio de los Predicadores. Este pertenecía a la orden de los Predicadores fundada siglos atrás en base a las enseñanzas de Santo Domingo de Guzmán, quien denunció la escasa o nula formación de los clérigos y de los abusos que estos cometían, así que defendía que el bajo clero debía estar bien formado para poder predicar correctamente la palabra de Dios.

En el barrio de San Pablo de Zaragoza se construyó ese gran monasterio del que pocos restos quedan hoy en día más allá de parte de las bodegas y de algunos restos del refectorio, hoy reconvertido en una preciosa biblioteca. Y esto nos lleva a la celebración en sus estancias de esas Cortes del reino que había convocado Pedro IV el Ceremonioso, uno de los monarcas más importantes de la historia de la Corona de Aragón que además tuvo uno de los reinados más longevos, pues estuvo en el trono más de medio siglo, entre 1336 y 1387. Fue un monarca realmente inteligente y que buscó recuperar buena parte del poder que la monarquía había ido perdiendo décadas atrás frente a la nobleza y los concejos de las ciudades más importantes del reino.

Los periodos de luchas entre reyes y nobles fueron frecuentes en la Europa medieval, y Aragón, con un sistema político más peculiar si cabe, no estuvo exento de vivir también esas luchas. Por ejemplo, tiempo antes, en la década de 1280, Pedro III el Grande y Alfonso III el Liberal se habían visto obligados a conceder a la Unión de Nobles de Aragón una serie de privilegios a cambio de que estos les dieran dinero para poder continuar la larga guerra de conquista de Sicilia y Nápoles contra Francia y el papado. Ese Privilegio de la Unión obligaba, entre otras cosas, a que el monarca de turno no pudiera tomar decisiones importantes sin la aprobación previa de las Cortes, o que incluso el rey pudiera ser destronado en caso de que fuera en contra de los intereses de la Unión.

Pedro IV de Aragón.

Pedro IV de Aragón. / EL PERIÓDICO

Este enfrentamiento entre monarquía y nobleza tuvo posteriormente sus fases de latencia, hasta que Pedro IV llegó al trono. En el año 1347 sólo contaba con una hija, Constanza, así que decidió de forma unilateral y sin el acuerdo con las Cortes nombrarla su heredera. Un tema peliagudo si tenemos en cuenta que los fueros permitían heredar el trono a las mujeres pero no así gobernar, como le había ocurrido en su momento a la reina Petronila. Esto acabó provocando el estallido de una guerra civil en el reino de Aragón entre buena parte de la nobleza (no toda) y algunas ciudades del reino como Zaragoza, enarbolando la bandera negra de la Unión de Nobles contra el monarca.

Fue una situación realmente peliaguda y crítica para el reino, pero finalmente las tropas realistas de Pedro IV salieron victoriosas en el año 1348 en la Batalla de Épila, logrando así una victoria demoledora y definitiva frente a los nobles rebeldes. Era el momento de acabar con esos Privilegios de la Unión y aumentar de ese modo el poder real, para lo que el rey convocó aquellas Cortes de 1348 en el mencionado monasterio zaragozano.

Recreación de la boda de Pedro IV y María de Navarra en Alagón.

Recreación de la boda de Pedro IV y María de Navarra en Alagón. / EL PERIÓDICO

Allí, Pedro IV hizo méritos para ganarse los dos apelativos por los que es conocido; «el Ceremonioso» y «el del puñal». Realizó toda una ceremonia ante esa nobleza derrotada, y en una de las sesiones de aquellas Cortes el monarca hizo llevar ante los representantes de los cuatro brazos o estamentos privilegiados del reino las diferentes copias de ese Privilegio de la Unión.

Como si fuera una escena de película sacada de la mente del mejor guionista, el rey Pedro cogió una de aquellas copias, se acercó a un fuego y declaró derogados aquellos privilegios nobiliares, rasgando esa copia con su propio puñal para después arrojarlo al fuego. Eso sí, algunas versiones dicen que el rey estuvo algo torpe y se hirió en su propia mano al rasgar el pergamino. Sin embargo, esto añadió, en caso de haber ocurrido realmente esta escena, una poco más de epicidad, pues con su mano ensangrentada el rey habría dicho las siguientes palabras: «privilegio que tanta sangre ha costado, justo es que con sangre real se borre». Lo dicho. Ni el mejor de los guionistas.

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