El Real Zaragoza paseó por el Sánchez Pizjuán, un escenario maldito en los últimos años, todas sus miserias de este 2013. La goleada del Sevilla fue un perfecto retrato de la anatomía del desastre en que se ha convertido este equipo, al que Manolo Jiménez no consigue levantar y que se ha metido en un peligroso túnel que solo conduce a Segunda División. Por mucho que aún no esté en puesto de descenso, con una dinámica de cuatro puntos de 33 posibles y once jornadas sin ganar es solo cuestión de tiempo que llegue. En Nervión confluyeron todas las facetas que han traído el insoportable desplome en la mayoría de los partidos de lo que va de año: un equipo plano de fútbol, con casi nula llegada, con terribles lagunas atrás y al que los árbitros, en este caso Hernández Hernández, echan la palada que falta para que termine de quedar sepultado.

El Zaragoza, le duela al que le duela, es un cadáver ahora mismo que necesita un cambio drástico, un giro radical. Es cierto que en esta racha de once partidos sin ganar desde aquel lejano triunfo en San Mamés ha habido momentos en los que el equipo ha tratado de recomponerse, en Málaga, en Pamplona o ante el Valencia, pero la sensación de caída, de que se va embalado hacia Segunda División es total. Tras el parón, que llega en un momento ideal para resetear, pasa por La Romareda el Real Madrid. Casi nada. Da igual, aún así. El Zaragoza ha llegado a un punto que parece incapaz de ganar a nadie, a absolutamente nadie.

En Pizjuán, donde este equipo ha recibido 22 goles en sus últimas seis visitas en Liga, el partido se acabó al filo de la media hora. Ni más ni menos. Jiménez planteó un guión muy defensivo, sin Movilla y con Pinter y José Mari como escuderos de Babovic en el trivote y con Víctor y sin Rochina, pagano de su individualismo, pero quizá el más incisivo del equipo. El plan era aguantar y esperar. Y el Zaragoza aguantó poco, porque no está para casi nada.

A LA MEDIA HORA

Con Navas desarbolando a Abraham, Negredo y Rakitic no obtuvieron el gol, el segundo por una gran parada de Leo Franco, pero el tanto sí llegó en una desaplicación defensiva astronómica. Rakitic sacó una falta rasa, Negredo le dio de tacón y Coke tuvo todo el tiempo para rematar a la red con la defensa mirando. Ahí, se vio que no iba a ser el partido de Sapunaru, ni de Loovens, ni de Pinter, ni de José Mari. Ni de casi nadie. Tampoco en ataque, donde solo Víctor dio mínimas noticias.

Hernández Hernández, que no pitó un posible penalti de Medel a Postiga que no pareció, terminó de inclinar la balanza poco después del primer gol. Debió expulsar a Alberto, por dos duras entradas a Montañés y Víctor, y no lo hizo, pero sí a Babovic, que perdió un balón y la cabeza llevando una amarilla injusta. La segunda, por agarrón a Kondogbia, sí fue tarjeta, pero a estas alturas es muy palmario que expulsar a un jugador del Zaragoza es más fácil que en cualquier equipo. Diez rojas en esta Liga ya. Ahí es nada.

El cuento, con 60 minutos, se acabó ahí. Leo Franco evitó antes del descanso el gol de Reyes con el Zaragoza dando evidencias de derrumbe táctico y físico. Todo eso se confirmó en la segunda parte, donde el Sevilla pudo hacer una goleada de escándalo. Intentó arañar en ataque el Zaragoza y las vías de agua atrás fueron descomunales. José Mari y Pinter fueron invisibles, mientras que Reyes se sumó a la fiesta de Navas para desesperación de Sapunaru.

Coke, de un buen disparo desde fuera del área sin oposición, hizo su segundo. Hasta ayer no había marcado con el Sevilla esta Liga, por cierto. Álvaro, en la jugada siguiente, la tuvo tras un error del dubitativo Palop, pero Fazio y el larguero lo evitaron. Ahí se acabó todo, porque el Zaragoza estaba demasiado expuesto. Jiménez apostó por Rochina y, en lugar de Postiga, por Bienvenu, que cuanto más juega más razones da de que nunca tuvo que venir. Rochina solo obligó a una parada a Palop y poco más.

Una contra de manual entre Reyes y Navas, con taconazo de éste, acabó en el tercero, obra del propio Reyes, que dio a Negredo el cuarto. Por entonces, con 25 minutos por delante, ni un solo zaragocista deseaba que eso no acabara ya, pero se puede jurar que el reloj ni corría. Un suplicio, vamos. Aun pudo hacer Navas el quinto, pero la manita no llegó y sí el final del esperpento vivido en el Pizjuán. Hubo muy poco con once, pero tras la expulsión de Babovic directamente no existió nada, un Zaragoza que suma a su trágica falta de ideas y.a sus terribles lagunas atrás, muchos momentos de una falta de carácter, de alma y de espíritu que deben poner a temblar a cualquiera. Esos dos puntos con el descenso son un engaño, a este nivel este equipo es carne de Segunda.