RINCÓN LITERARIO

El viaje interminable

El viaje interminable.

El viaje interminable. / EL PERIÓDICO

César Royo

Ahmed Taouhari era un niño marroquí de 13 años que vivía en Tánger, una ciudad que se encuentra a dos kilómetros de Ceuta.

El objetivo de su familia era irse a vivir a España para conseguir un trabajo y tener mejores condiciones de vida, porque ellos eran una familia muy pobre. Vivían él, su padre Mustafá, su madre Nhila, y su hermana Naima en una casa que reunía escasas condiciones para poder vivir. Ni una televisión ni radios ni camas ni electricidad. Tan solo agua, y dormían en camastros que ellos habían fabricado con paja y algunas almohadas que se habían encontrado por la calle.

Para Ahmed ningún día era diferente, sino que cada uno era igual al anterior: su padre y su madre salían temprano por las mañanas a mendigar por las calles y con que sacaban compraban algo de comida para alimentar a Ahmed y Naima que tan solo contaba 4 años.

Ahmed tenía que quedarse en casa cuidando de su hermana pequeña y pasaba el rato mirando por la única ventana que había. Observaba a las personas que parecían tener dinero y se imaginaba cómo sería su vida si hubiera tenido la misma suerte que aquellos hombres que paseaban.

Un día, Mustafá se encontró con un hombre muy rico mientras iba pidiendo por las calles y le suplicó que por favor le diera algo de dinero para poder alimentar a sus hijos. El hombre rico se mostró solidario y le dio suficiente dinero como para comprar suficiente comida para aguantar una semana. Mustafá se dijo a sí mismo: “Esta es la oportunidad de liberar a mis hijos de las garras de la pobreza, voy a llevarlos a España”.

Mustafá sabía que el camino era arriesgado pero, sin riesgo no hay victoria. Marcharon a las 6 de la mañana desde su casa hasta las afueras de la Ceuta, en la Costa. 

Allí había un pequeño grupo de marroquíes desesperados que iban a embarcar en un bote rumbo a Gibraltar. Mustafá y Nhila discutieron porque Mustafá decía que la única oportunidad de llegar a España era esta y Nhila no quería porque se arriesgaban a una posible muerte que no quería dar a Ahmed y Naima.

Los alimentos para resistir una semana ya los tenían, así que al final Nhila cedió y subieron a bordo de una pequeña barca.

El día era ideal para navegar y entre todos remaban y remaban para llegar a su destino.

Llegó la noche y de repente un gran silencio se oía en el mar; todos estaban callados y solo se dirigían hacia las luces que veían que eran las de Gibraltar. Ahmed estaba asustado y Naima también. Tenían miedo de que el barquito se hundiera y murieran ahogados, así que sus padres tenían que estar consolándolos todo el tiempo y al final consiguieron que se durmieran.

A la mañana siguiente, el día se oscureció y una gran tempestad azotaba el mar. Ya estaban muy cerca de la costa, se podían ver hasta las casas, pero el mar era muy traicionero y los alejó todavía más de la costa llevándolos hacia el mar Mediterráneo.

Cuando se acabó la tormenta no veían tierra alguna y Ahmed y Naima rompieron a llorar. La comida ya les escaseaba, su padre la defendía como podía para que los demás no se la comieran y su madre también.

Ya no había esperanza en los corazones de la familia de Mustafá, ya lo daban todo por perdido; se decían entre ellos que eran muertos.

Llegada la noche, un barco pesquero pasó por allí y vio la patera. El capitán del barco subió a todos a bordo y les dio de comer y unas mantas para que no tuvieran frío. El capitán del barco puso rumbo a tierra y al llegar a la costa avisó a los guardacostas de lo que había pasado. Ocho lanchas de la Cruz Roja acudieron en ayuda de los pobres inmigrantes, y al hacer un análisis de sangre a los marroquíes que iban en la patera, llamaron a la familia de Ahmed. Los cuatro no sabían lo que había sucedido y los de la Cruz Roja les dijeron a Mustafá y a Nhila que su hija tenía fiebres altas y que la enfermedad que tenía era muy grave y de difícil remedio.

Mustafá, Nhila y Ahmed rompieron a llorar. Nadie podía consolarles. Al día siguiente, como era de esperar, Naima murió y sus padres al no poder soportarlo se tiraron al mar. Ahmed se quedó solo y los de la Cruz Roja se lo llevaron. Fue adoptado por una familia muy humilde y se fueron a vivir a un pueblo muy pequeño llamado Almochuel.