“Las violencias invisibles se ven justificadas por el mito del amor romántico”

La violencia en la pareja suele llegar escalada y, antes de la agresión física, están las violencias invisibles

El problema es que son sutiles por definición, no resultan fáciles de identificar ni menos aún de denunciar

La Fundación Amasol ofrece un programa de orientación y apoyo para víctimas de violencias invisibles

Diana García, responsable de proyectos de la Fundación Amasol.

Diana García, responsable de proyectos de la Fundación Amasol. / Ángel de Castro

Mario Gracia

¿Qué son las violencias invisibles?

También se llaman luz de gas. Son un tipo de violencias que no se manifiestan por medio de una agresión física. Suelen pasar desapercibidas porque son más sutiles y se ocultan muchas veces detrás de una aparente benevolencia: “te digo esto porque te quiero”. Son más difíciles de comprender para el entorno e incluso para la propia víctima. Son situaciones de mucha tensión, pero, al no ser fácilmente denunciables, porque no se pueden demostrar a simple vista, como un golpe o una lesión, pueden resultar más dañinas que la violencia física, aunque este comportamiento abusivo la suele preceder. Y pese a que a menudo puede pasar mucho tiempo sin llegar a esta agresión física, hace igualmente mucho daño psicológico a la mujer que lo sufre.

¿Existen distintos tipos?

En Amasol tenemos identificadas distintas tipologías que detectamos cuando hablamos con las mujeres que las están sufriendo. Las más comunes son la violencia económica y el aislamiento social, familiar o laboral, críticas y desacreditaciones personales o delante de terceros, humillaciones y amenazas, celos patológicos, control, acoso, intimidación… Y violencias como la sexual, la digital, moral, vicaria... Muchas veces no se dan de forma aislada.

¿Están asociadas a las violencias machistas?

También se pueden dar en el ámbito familiar, como violencia doméstica. Lo que pasa es que cuando se ejercen sobre la mujer suelen tener una connotación de género, con ciertos factores concretos que se identifican a nivel estructural. El programa de violencias invisibles de Amasol está enfocado hacia manifestaciones de la violencia de género, con lo cual, siempre tratamos casos que se dan en el ámbito de la pareja, o incluso cuando esta ya ha roto.

¿Dejan huella?

Muchas de las mujeres que atendemos han sufrido episodios de estos tipos de violencias en el pasado, lo que pasa es que no han encontrado una validación porque, al ser más sutiles, se justifican por cuestiones culturales y el entorno no acaba de comprender. Son mujeres que no han sabido ponerle nombre a lo que les ocurría ni identificar si realmente estaban siendo víctimas de violencia de género. Les ha quedado un daño psicológico de esos episodios y necesitan ponerles un nombre y sentirse validadas, porque ni ellas mismas saben identificarse como víctimas.

¿Son la antesala de las palizas?

Normalmente, la agresión física siempre está precedida por un tipo de violencia más psicológica, es decir, por distintas manifestaciones de estas violencias invisibles, porque hay una escalada. Muchas veces, cuando se llega a la violencia física o incluso al feminicidio, esto no ha empezado directamente con esa agresión, sino que viene de muy atrás.

¿Por qué pasan tan desapercibidas las violencias invisibles?

Porque a nivel cultural se ven justificadas por el mito del amor romántico. Por ejemplo, los celos. “Es que te quiere mucho, tiene miedo a perderte…”. O “te digo esto porque te quiero”, “lo hago por ti...”. Muchas veces, la víctima piensa que el problema está en ella, que está loca o está actuando mal, y por eso él le dice ciertas cosas. Entonces, se justifica todo ese machaque psicológico.

¿Lo justifica la víctima o su entorno?

Ambos. Por eso, en nuestro programa de violencias invisibles no solo atendemos a las mujeres, también hacemos campañas para sensibilizar a la sociedad. Al servicio de orientación no solo nos llaman víctimas, sino también familiares o personas cercanas, sobre todo muchas madres, que ven que sus hijas están sufriendo este tipo de violencias, pero no acaban de ver el problema ni de sentirse víctimas. También llaman muchos profesionales, a los que orientamos para que sepan identificar las diferentes manifestaciones de las violencias de género, y cuando detecten que una mujer les verbaliza este tipo de cosas, sepan hacer que ellas se reconozcan como víctimas. La sensibilización social para la prevención, la orientación a profesionales y el apoyo a las víctimas son tres acciones complementarias entre sí.

¿Cómo debe actuar la ciudadanía si detecta algún caso en su entorno?

Primero, no hay que normalizar ni tratar de justificar este tipo de actitudes. Si tenemos una persona cercana que está sufriendo este tipo de violencia, hay que acompañarla, validarla y no juzgarla. Y luego, conocer los recursos que dan una atención para para este tipo de casos y recurrir a ellos.

¿Se puede trazar algún perfil de las víctimas o los agresores?

No, porque es un fenómeno transversal que ocurre a personas de todas las clases sociales y de cualquier origen y edad. Quizá sí que estamos detectando que en el ámbito rural se están dando más casos de violencia de género. No sabemos si es porque se conservan ciertos estereotipos, porque hay menos recursos para las víctimas o porque se tiende a ocultar más este tipo de situaciones.

¿Qué apoyos ofrece Amasol a las víctimas?

En principio es una atención muy básica, pero es clave en el momento en que nos llaman. Se trata de escucharlas, que puedan expresarse, validar ante sus dudas, decirles que lo que están sufriendo es un tipo de violencia de género y poder derivarlas a recursos especializados en los que puedan denunciar si quieren y recibir apoyo para salir de esta situación.

¿A cuántas mujeres atienden?

Llevamos con este servicio desde 2019, los dos primeros años con el respaldo del Gobierno de Aragón, y estábamos atendiendo a entre 60 y 100 mujeres de la comunidad autónoma al año. Pero desde 2021 contamos con el apoyo del Ministerio de Igualdad, y al pasar a ofertar este servicio a nivel estatal, el número de atenciones se ha disparado. El año pasado fueron 500 mujeres. Trabajamos de forma coordinada con recursos de toda España.

¿En qué estado llegan estas mujeres?

Muy machacadas y con mucha inseguridad. Necesitan mucho apoyo psicológico para recuperarse y ser conscientes de los mecanismos de desvaloración y humillación que han estado sufriendo, porque al final se creen las críticas y los insultos que escuchan todos los días. Estas vejaciones van calando muy hondo y llegan con la autoestima por los suelos.