Sala de máquinas

‘Soft power’

Juan Bolea

Juan Bolea

Les hablaba en un reciente artículo del creciente poder del ejército chino. De cómo el presidente del gigante asiático, Xi Jinping, ha apostado por modernizar, incrementar y reforzar sus fuerzas armadas con nuevos misiles tierra-aire, invirtiendo en una renovada flota costera y en el fuerte incremento de sus cabezas nucleares hasta alcanzar el objetivo de cuatrocientas de ellas, que lo situará como tercera potencia nuclear del mundo.

En términos geoestratégicos, tan de moda en la actualidad, sería esta pulsión bélica el hard power de China. En cuanto a su soft power, influencia más blanda, diplomática, comercial o pacífica dirigida, no a sus enemigos, como el hard power, sino a sus aliados, China cuenta asimismo con una estrategia bien delimitada. Definida desde hace años, seguramente desde hace más de una década, por sus cúpulas dirigentes, y puesta en práctica en los cinco continentes por los innumerables apéndices en forma de empresas públicas gestionadas según las competitivas formas de la gestión privada, dicha táctica comercial y cultural se ampara en eslóganes y nombres como la Ruta de la Seda o el Instituto Confucio.

Sus actividades, extendidas desde Estados Unidos a Italia, de Madrid a Ciudad del Cabo, de Argentina a Turquía combinan el interés económico con la invitación a conocer mejor China a través de su herencia cultural, de su folklore y de una historia prácticamente ignorada por Occidente. Sutilmente, nuevas redes como TikTok tienden a modificar el relato de la relación de China con los grandes acontecimientos mundiales, dulcificando su pasado autoritario, su presente sin libertades, e invitando a conocer y apoyar su civilización.

Con la exportación de sus productos y la eficacia de sus empresas de construcción y servicios como bandera, los chinos han alcanzado acuerdos con más un centenar de países de Asia, África y América, para no mencionar sus innumerables asentamientos y actividades en Australia, Canadá o en la Unión Europea. Semejante pujanza económica convierte su soft power en un arma con capacidad de penetración en otras culturas y mercados que aspirar a influir o dominar.

Además del hard power y del soft power, los chinos emplean con sus países vecinos otra gradación intermedia: el sharp power. Pero de eso les hablaré otro día.

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