Discrepo, pero apoyo

Al no haber una mayoría absoluta para investir a un presidente del Gobierno hay que buscar alternativas

Javier Fernández López

Javier Fernández López

Afirmar que hoy España vive un momento histórico puede sonar a exagerado, sobre todo a ojos de quienes se dedican al estudio. Tal vez afirmar que estamos ante fechas críticas sea más ajustado a la realidad. Quedan pocos días para llegar al 27 de noviembre, que es la fecha límite para investir a un presidente del Gobierno y para los españoles lo que ocurra hasta ese día es importante, crítico acabo de escribir.

Para que Pedro Sánchez obtenga la investidura es necesario, parece evidente, que un partido nacionalista, independentista, Junts per Catalunya, liderado por Carles Puigdemont, prófugo de la justicia española, vote a favor y el asunto clave es, así en grandes letras, la amnistía. Sobre este asunto llevamos ya un tiempo leyendo y oyendo muchas opiniones, tantas que podríamos pensar que una más, la mía, la que voy a desarrollar en este artículo, resulte innecesaria. A pesar de eso, la voy a exponer.

El nacionalismo, en general, no me gusta. Es una ideología que considero muy egoísta y por muy sensatos que sean algunos partidos que se definen así, su objetivo de más para mí siempre y a cualquier precio no me hace gracia. Los independentistas son partidos que entran en la categoría de nacionalistas, aunque entre ellos podemos diferenciar entre los que solo aspiran conseguir la independencia por caminos legales y los que pretenden conseguirla a cualquier precio.

Lo que ocurrió en Cataluña en 2017 fue muy grave. Autoridades que habían sido elegidas de conformidad con la Constitución y el Estatuto de Cataluña se situaron al margen de la legalidad y pretendieron romper España por cualquier medio. Bien es cierto que no utilizaron violencia extrema, aunque alguna de las imágenes que vimos en el mes de octubre no fueron nada pacíficas. Al frente de aquel levantamiento se situaron determinados políticos y el primero, Carles Puigdemont, el presidente de la Generalitat. Los principales responsables de aquellos hechos fueron procesados y condenados, todos menos uno, el de mayor rango, que huyó de manera vergonzosa oculto en el maletín de un vehículo. Desde entonces vive en Waterloo (Bélgica) como prófugo de la justicia española.

Sus compañeros políticos, el conjunto de los catalanes y el resto de los españoles merecemos que ese señor sea juzgado por los tribunales de nuestro país. Y si es condenado podría solicitar el indulto. Todo ello conforme a las leyes. Que por un golpe de suerte este señor pudiese evitar el camino procesal que siguieron sus compañeros no me parecería razonable. Por eso yo, en principio, no apoyo la amnistía.

Expuesta con claridad la primera parte de mi argumentación, vayamos con la segunda. Las elecciones generales han dado unos resultados y el parlamento español se ha conformado de acuerdo con ellos. Al no haber ninguna mayoría absoluta que pudiese investir a un presidente del Gobierno hay que buscar posibles alternativas. Una primera opción es la repetición electoral; otra es que Pedro Sánchez aglutine votos suficientes para ser investido; y la tercera, ya derrotada, es que Alberto Núñez Feijóo la consiguiese. En estos momentos nos quedan dos opciones.

La repetición electoral presenta un primer problema y es que podrían volverse a dar unos resultados similares, llevándonos hacia un callejón sin salida. Hay que aceptar que unos nuevos comicios podrían inclinar la balanza de forma clara a favor de uno de los dos candidatos citados. Como dato negativo hay que decir que seguiríamos más meses con un Gobierno en funciones, lo que es malo ya que ciertas decisiones no se pueden tomar. La convocatoria electoral pondría en marcha la maquinaria partidista y el volumen de los decibelios subiría unos grados más y la polarización y crispación seguirían alterándonos hasta niveles no deseables.

Llegados a este punto cada cual puede pensar que la mejor opción es la que a él le parezca. Y la mía está clara: Pedro Sánchez. Hace unos minutos, antes de ponerme a escribir este artículo he visto unas imágenes en televisión en las que nuestro presidente está con otros importantes mandatarios mundiales, departiendo con ellos, de tú a tú, sin intermediarios, y a mí esa imagen me gusta. No me imagino al señor Feijóo en una situación similar. Hace pocos días en la Unión Europea se ha llegado a un acuerdo para regular de forma distinta las tarifas energéticas. 26 países han votado a favor y uno, Hungría, en contra. El representante húngaro, en su explicación del voto, citó a «Teresa», así por su nombre de pila, a la vicepresidenta española, Teresa Ribera, elogiando su labor. Éxitos similares podríamos citar de Nadia Calviño o de Yolanda Díaz. Y echar una ojeada hoy a las calles catalanas nos demuestra que las políticas seguidas estos últimos años, lideradas por este Gobierno, son un gran acierto.

Por todo ello creo que el presidente merece un voto de confianza. Esperemos que, si es investido, su propuesta de ley de amnistía sea la mejor posible y que si es aprobada por el parlamento el Tribunal Constitucional la avale.

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