20 de enero: sobre la necesidad de manifestarse

Una sociedad conmovida es, como el significado de la palabra advierte, la que se mueve fuertemente o con eficacia

Es probable que el lector que se acerca a estas líneas sea conocedor del manifiesto que ha publicado la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP), una agrupación de más de medio centenar de organizaciones sociales, colectivos y plataformas ciudadanas, para llamar a la ciudadanía este próximo sábado, 20 de enero, a las calles. La convocatoria pretende realizarse de forma conjunta y simultánea en diversas ciudades del territorio español con el fin de exigir al gobierno que se posicione de forma real y eficaz contra el genocidio que se está llevando a cabo en la Franja de Gaza y, de una vez por todas, contra la ocupación, el apartheid y el colonialismo en Palestina.

Sus exigencias al gobierno del Estado español se concretan en seis puntos, seis pilares que entiende que puede y debe cumplir, a saber:

1Liderar un alto el fuego inmediato y permanente.

2 Poner fin a la compraventa de armas y de tecnología militar y de seguridad con Israel .

3 Apoyar la demanda presentada por Sudáfrica en el Tribunal Internacional de Justicia contra Israel por genocidio.

4 Recuperar la jurisdicción universal que incremente el apoyo a la Corte Penal Internacional.

5 Romper relaciones diplomáticas, institucionales, económicas, deportivas y culturales con Israel.

6 Poner fin a la persecución y criminalización de la solidaridad con Palestina y derogar la Ley mordaza.

Como representación del malestar social, de la náusea y la tristeza y de ese sentimiento de rabia que siempre va de la mano de la impotencia y la frustración, la manifestación interpela a la sociedad, a toda una ciudadanía a la que invita a analizar la tragedia que se está viviendo en Palestina, no permitir que se esbocen excusas para intentar justificar lo que es injustificable y, por ende, no conformarse con la crítica, sino actuar conforme a sus posibilidades. En este sentido, supone una posibilidad construir y dar forma a un lazo social aunado en un único grito, un basta capaz de romper barreras. En última instancia, este tipo de manifestaciones suponen una práctica que prefigura una sociedad y un modo de producción diferente y más democrático al hegemónico, capaz de superar la insularidad que tiende a imponer la lógica de la política institucional y erigirse como un discurso que apele a las normas liberales de democracia, así como a la justicia y al derecho internacional. Porque, aunque manifestarse no devuelva vidas a los niños palestinos que están muriendo, ni paralice el cementerio de niños que se está construyendo, con nichos de muerte, enfermedad y hambre, es una de las pocas armas que poseemos la ciudadanía para, valga el oxímoron, luchar por la paz. Según la Red Euromediterránea de Derechos Humanos (Euro-Med Human Rights organización de carácter internacional), una organización integrada por países de la zona del Mediterráneo y Europa y distintas organizaciones no gubernamentales, mientras alguna lectura silenciosa pueda estar marcando el avance de estas palabras, el ruido de lo abyecto sigue enmudeciendo a más de 18.000 niños palestinos que permanecen heridos, muchos de ellos en estado crítico. Y como el lector sabrá, el silencio no es por eso que es posible que el lector necesite de un punto, una pausa, un breve espacio para tomar conciencia de esta ignominia inabarcable.

El oprobio siempre perturba, pero nunca debería paralizarnos. Una sociedad conmovida es, como el significado de la palabra advierte, la que se mueve fuertemente o con eficacia. En este caso, la repulsa a la barbarie exige medidas y altura política al gobierno. Una exigencia que no solo subyace en nuestro derecho, sino que es parte de nuestro deber ciudadano.

No es la primera manifestación que se convoca contra la política de violencia que el gobierno israelí está ejerciendo contra la población palestina y, probablemente, ojalá me equivoque, no será la última, pero, permítaseme el juego de palabras, la inacción ante la deshumanización también nos deshumaniza.

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