Campo agraviado, consumo responsable

Carmen Bandrés

Carmen Bandrés

La movilización de agricultores y ganaderos, altavoz de las justas reivindicaciones agrarias, está provocando demasiadas contrariedades, a veces muy graves, para quienes ninguna culpa tienen de los agravios que sufre el campo. Sin embargo, debemos reconocer la importancia capital de una actividad productiva que supone los cimientos básicos de nuestra supervivencia: la alimentación de primera necesidad. Pues bien, ni siquiera existe relevo generacional en el entorno rural, ni expectativas suficientes de beneficios para unos profesionales de los cuales, sencillamente, depende que no falten las habichuelas en la mesa. La alternativa de portearlos desde muy lejos implica perder la oportunidad de ingerir alimentos frescos, a cambio de un innecesario procesado para su conservación y un sobreprecio, tanto ecológico como económico, absurdo.

Los consumidores podemos aportar nuestra colaboración mediante la compra de productos locales en el comercio de proximidad. Hace ya muchas décadas que Ramón José Sender narró sus vivencias en el Mercado Central de Zaragoza, impresionado por su precariedad, suciedad y el ambiente chabacano que reinaba entre los puestos, dominados por el griterío de los vendedores. Hoy, tras su reforma, el Mercado ha experimentado tal cambio que resulta un placer recorrer sus luminosos establecimientos donde se muestra una gran variedad de productos recién recolectados y ofrecidos por competentes minoristas con afecto y suma cortesía. El Mercado es, además, un centro de socialización con programación de interesantes actividades, mientras que en el resto de la ciudad tampoco escasean las tiendas especializadas donde a menor escala es posible encontrar todo lo que una clientela exigente pueda demandar.

¿Somos conscientes de que en la supervivencia del campo también está comprometida nuestra propia existencia?

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