Opinión | Sala de máquinas

Nerón

De la constante revisión de los mitos históricos no se libra casi ninguno. A medida que las nuevas técnicas de investigación forense, antropológica, paleográfica, etcétera, siguen avanzando, según los historiadores y científicos van accediendo a nuevas fuentes de interpretar las antiguas la historia cambia ante nuestros ojos, como un caleidoscopio contemplado con lentes de aumento cada vez más poderosas, capaces de ver detalles desconocidos y aflorar hechos y personajes de relevancia histórica.

Entre esas grandes figuras sometidas a constantes procesos revisionistas destaca la del emperador Nerón, que acaba de ser nuevamente diseccionado en un reciente ensayo por el profesor Dimitri Tilloi-D’Ambrosi. Su original y meritorio trabajo se titula 24 horas en la Roma de Nerón (Editorial Crítica).

En sus páginas, los lectores encontrarán una especie de guía para recorrer la Roma de los años sesenta después de Cristo, con suficientes garantías como para acercarse a la que pudo ser su realidad.

A la minuciosa descripción de los grandes monumentos y espacios de aquella legendaria capital del imperio, cuya demografía, muy variada, sumaba aproximadamente un millón de habitantes, hay que añadir como la parte más interesante del libro los apuntes que a modo de estudios psicológicos el autor aporta sobre los grandes personajes de aquella época y de aquella concreta y neroniana corte. Además del propio Nerón, Séneca, Agripina, Popea, el aragonés, bilbilitano para más señas, Marcial… Ambos hispanos, Séneca y Marcial, frecuentaban el palacio de Nerón y asistieron impotentes a la progresiva locura del emperador. Alma de artista, corazón de tirano, Nerón llegaría a convencerse de estar tocado por la divinidad y obraba en consecuencia. Lo mismo construía su increíble Domus Aurea que organizaba fastuosas naumaquias para reproducir batallas navales o bien ordenaba persecuciones contra aquellos molestos cristianos que reconocían otras jerarquías sobre la suya, colocándole bajo su Dios en los niveles de un poder que Nerón creía le era debido.

Un ensayo muy interesante y sustancioso que aspira a modificar algunos puntos de vista demasiados manidos sobre la figura de Nerón, y a descubrirnos —sin pretender en absoluto rehabilitarlo— nuevas facetas de aquel sanguinario, explosivo, singular emperador romano.

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