Opinión | EL ARTÍCULO DEL DÍA

Convivencia en el respeto

La clase política no es más que el reflejo de nosotros mismos, así que iniciemos nuestra reconversión

Vivimos un tiempo en el que la dignidad social se ha hecho dueña de la voluntad individual de quienes formamos esta sociedad. La democracia ha quedado como una parodia de sí misma, solo tiene al acto el día que se utiliza en representación electoral. A partir de aquí los análisis políticos determinan lo bien o mal que han votado los electores. Es como si el hecho de votar fuese un examen que se les hace. Ya se perdió el sentido de voluntad libre con la que deciden los ciudadanos sobre su deseo de cómo quieren que sea la sociedad en la que viven.

Son demasiadas las autocracias que unen sus intereses queriendo demostrar que la realidad que importa es el individuo por encima del conjunto. Por supuesto, que tiene para ellas todo el sentido, pues da valor a la desigualdad social donde cada persona solo se ve a sí mismo y rechaza cualquier interés por el resto. No hay mejor manera de controlar al conjunto ya que seremos nosotros quienes hagamos la función. Esto es lo que pretenden.

Pero volviendo a la voluntad de los ciudadanos. Es necesario entender que somos nosotros quienes decidimos cuál es esa sociedad en la que deseamos convivir. Lo hacemos sobre las propuestas que los partidos políticos nos hacen a través de lo que conocemos como programas electorales, que luego les acusamos de no cumplir. Pero déjenme plantearles una duda al respecto: ¿cómo se puede criticar el incumplimiento de un programa sin haberlo leído? Porque no nos engañemos, la mayoría de los electores van a votar sin tener el menor conocimiento de lo que, quienes se presentan para ser elegidos, ofrecen. Creo que somos una sociedad que nos hemos especializado en una crítica destructiva que no conduce nada más que a las trincheras del enfrentamiento.

¿Será posible que en algún momento seamos capaces de entender que el éxito de una convivencia es responsabilidad de todos? Buscar culpables no conduce a ningún lugar o, más, nos lleva a enfrentamientos permanentes.

La clase política no es otra cosa que el reflejo de nosotros mismos, son nuestro espejo, así que antes de nada iniciemos nuestra reconversión. Los instrumentos son sencillos, fáciles y cómodos; el primero de todos es el respeto de unos hacia otros. Si lo que pretendemos es que nuestras ideas sean las exclusivas, estaremos ante un zoológico de jaulas cerradas y alejadas entre sí. Por el contrario, el respeto es el mejor instrumento para comprendernos y confluir intereses. Es la riqueza de ideas y el avance solidario de todos.

Después, y como segundo motor para esa reconversión, está la educación. Es fundamental que esta haga su cometido para formar nuevas generaciones de ciudadanos comprometidos con el entorno, pero también conscientes de que deben avanzar en el modelo de convivencia para que las siguientes generaciones entiendan cuál es su papel. La educación es la mejor y más rentable inversión que debemos hacer, por tanto no seamos mezquinos en esto.

Y, por supuesto, cuando sucedan errores o fracasos, no busquemos culpables, primero es necesario encontrar soluciones que generen una evolución positiva para todos. Tenemos, como especie humana, historia más que suficiente para saber que enfrentar posiciones no conduce a ningún lugar. Por ello aprendamos de una vez por todas, que cada uno tiene libertad para definirse su camino en la vida, pero que nunca debe hacerse a costa de otros.

Tenemos ejemplos que nos demuestran lo que sucede cuando deseamos que nuestra voluntad se imponga al resto por la fuerza. Si observamos lo que en estos momentos sucede en Palestina, lo entenderemos. Con la excusa de acabar con un grupo terrorista, realizan su verdadera finalidad, que es terminar con todo un pueblo. Mayor crimen no se conoce desde la Segunda Guerra Mundial. Parece mentira que Israel no recuerde que ellos lo vivieron. Convivencia en el respeto, no hay otra fórmula.

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