Opinión | SALA DE MÁQUINAS

Son como niños

La decisión de Pedro Sánchez nos ha sorprendido a los que estábamos seguros de que iba a dimitir.

En mi análisis, no cabía que un presidente se retirase a llorar a un rincón para después pedir que le aplaudan en la misma clase de la que ha hecho novillos por el supuesto daño que alguien le hizo, pero el infantilismo se ha apoderado de tal manera de la política española que cualquier planteamiento de madurez moral o seriedad intelectual parte ya de una base equivocada.

El niño Pedrito, enfadado y lloroso porque le habían roto los juguetes, ha regresado de la esquina de pensar para acusar a los otros niños de ser mucho más malos, pues él es de veras bueno. En cambio, esos otros, los malotes, se portan muy mal con las niñas, abusan de los amiguetes y hacen trampas con los exámenes, incluso con las urnas, siendo a ellos, por tanto, a quienes los sabios profesores del pueblo deberían castigar. En ningún caso a él, según algún malvado juez pretende para que le suspendan las notas y lo aparten de la clase.

Él, Pedro, no ha hecho nada. Y si algo ha hecho, lo ha hecho bien.

A Carlitos Puigdemont, por ejemplo, le ha perdonado las pedradas, como habría hecho cualquier cristiano. A José Luis Ábalos, el de las maletas, no lo ha denunciado por fariseo. Si a su alrededor han prevaricado, malversado, conspirado, robado, ¿qué culpa tiene él? ¿Acaso es responsable de las reuniones de trabajo de su mujer, del patrimonio de su hermano, de la fortuna de Koldo, de las maletas de Barajas...?

No, oiga, no...

Y así, aquí y ahora, una vez readmitido en clase y elegido delegado de curso, un más crecido Pedro se dispone a madurar en el ejercicio de la representación popular. Función dura y sacrificada donde las haya, y que podría, incluso, hacerle llorar de nuevo con algún otro sofocón o insidia, porque Santi Abascal le ponga la zancadilla o porque Albertito Núñez Feijóo encuentre los petrodólares de Maduro en algún agujero del patio de recreo...

Pero, aunque se diera mobbing, Pedro acabará el curso. Cueste lo que cueste, quiere aprender a ser político.

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