Opinión | EL TRIÁNGULO

El caso ‘fake kate gate’

A las monarquías les queda mucho camino por recorrer y confío en que llegue el día en que se pueda entrevistar a un Rey en televisión

El revuelo causado por el ya bautizado como fake Kate gate está planteando debates realmente interesantes. La ausencia de la vida pública de Kate Middleton tras una operación abdominal y la posterior publicación de una fotografía manipulada por ella misma han recrudecido las críticas hacia la estrategia de comunicación de la Casa Real británica. No es algo nuevo. La falta de transparencia en la actividad de los royals a lo largo de la historia ha sido constante y escandalosa en muchas ocasiones.

Más allá de las diferentes teorías de la conspiración que algunos tabloides ingleses alientan, como la separación de Kate y Guillermo o un error de cirugía plástica que la habría dejado irreconocible, esta supone una nueva oportunidad para replantearse la vieja y falsa disyuntiva entre transparencia e intimidad en el seno de la realeza. Las monarquías se han construido a lo largo de los siglos sobre los pilares de poder, tradición y privilegio. Venden excepcionalidad, distinción y glamour a cambio de admiración y respeto. Se convierten en iconos de estilo y en los invitados más ilustres de cualquier evento y, como contrapartida, soportan ser escrutados y evaluados en cualquier aparición pública. Es el juego de intercambios al que reyes y súbditos se someten desde hace décadas, especialmente con la aparición de personajes como Lady Di, que humanizó la vida real hasta el punto de bajarla del pedestal en la que muchos la tenían y ponerla a los pies de los mismos caballos que tiraban de sus carrozas.

No se puede decir que las monarquías no hayan evolucionado, incluida la británica. Se han adaptado relativamente a las redes sociales, han intentado acercarse al pueblo y han integrado el divorcio y las infidelidades en el relato real. No se puede decir que se hayan modernizado, porque eso iría en contra de su propia esencia, pero sí que han sabido acompasarse a los nuevos tiempos. Les queda mucho camino por recorrer y confío en que llegue el día en que se pueda entrevistar a un Rey en televisión. Ya hizo algo parecido Juan Carlos I, casi siempre con periodistas extranjeras aunque también se sentó con Jesús Hermida en TVE con motivo de su 75 aniversario en 2013. Sin embargo, el debate entre el derecho a la intimidad y la obligación de dar explicaciones como institución del Estado que son aparece siempre que se desata alguna polémica. Se trata, a mi juicio, de un dilema falso puesto que ambas cosas son compatibles y deseables. La opacidad y el intento de desviar la atención no conducen más que al descrédito y la crisis reputacional, una situación que ahora mismo ninguna monarquía se lo puede permitir si no quiere convertir su futuro en un acto de fe.

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