Opinión | DELANTE DE TUS NARICES

Kahneman: viajes por la mente

Ha muerto a los 90 años Daniel Kahneman, un psicólogo que obtuvo el Premio Nobel de Economía en 2002, y que había alcanzado una fama considerable fuera del ámbito académico, en buena medida gracias al libro Pensar rápido, pensar despacio (Debate), que resumía para un público no especializado varias décadas de trabajo. Kahneman es uno de los creadores de la economía del comportamiento; su influencia se extiende a muchas disciplinas. Era un estudioso de los errores de nuestra mente, y sabía mostrarlos de una manera sencilla, divertida y fascinante. Describía muchos de nuestros sesgos y atajos cognitivos: la ilusión de validez, donde uno muestra una confianza exagerada en la precisión de sus juicios; lo que nos cuesta entender la regresión a la media; que dé más rabia perder cien euros que alegría ganarlos. Estudiaba cómo evaluamos el riesgo y tomamos decisiones. Decía que el sesgo de optimismo está por todas partes; también tiene sus ventajas. En Pensar rápido, pensar despacio explicaba que la mente opera en dos modos: el sistema 1, rápido, intuitivo; el sistema 2, más analítico y laborioso. Hizo buena parte de su trabajo más importante en los años 70 con Amos Tversky. Sobre esta amistad y colaboración Michael Lewis escribió un libro excelente, Deshaciendo errores. Kahneman era más cauteloso e indeciso; Tversky era más arrogante y extravertido. Fue una colaboración extraordinaria, llena de complicidad y altibajos. Tversky murió en 1996; tras quedar viudo Kahneman se emparejó con la viuda de Tversky. Kahneman, que descendía de una familia de judíos lituanos, pasó la Segunda Guerra Mundial en Francia y desarrolló los primeros años de su carrera en Israel antes de irse a Estados Unidos, atribuía a la suerte el impacto de algunas de sus obras. Empezó estudiando la atención, en las entrevistas que he leído estaba interesado por la opinión del entrevistador y decía que todo su trabajo había sido colaborativo. Además de con Tversky, trabajó con algunos de los economistas más destacados de su tiempo, como Richard Thaler, Angus Deaton y Allan Krueger. Junto a Cass Sunstein escribió su último libro, Ruido. Además de su influencia en la economía, para mucha gente de otros campos, como ha recordado Kiko Llaneras, leerlo también supuso un descubrimiento. Introducía un elemento de escepticismo sobre tus juicios. Esperabas aprender a corregir los fallos, pero lo más fascinante es el ingenio y la inteligencia con que analizaba cómo se producían. El tono era bienhumorado, lleno de matices y modestia. «Tampoco es que me pase el día pensando el sesgo», le dijo Kahneman a Tyler Cowen. A fin de cuentas, escribió, nada en la vida es tan importante como crees que es cuando estás pensando en ello.

Suscríbete para seguir leyendo