Opinión | SALÓN DORADO

La paja y la viga

En los evangelios de San Mateo y de San Lucas se lee una frase que se ha convertido en refrán y tópico. Mateo (7, 3-5) escribe: «Mas tú, ¿por qué miras la brizna en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que está dentro del tuyo?... Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás cómo sacar la brizna del ojo de tu hermano». Lucas (6, 41) repite: «Mas tú, ¿por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, no reparando la viga que tienes en el tuyo?». Miguel de Cervantes, al que un reciente libro hace nativo de la Pobla de Cérvoles, localidad de la comarca de Las Garrigas, al sur de la provincia de Lérida (¡cómo están algunas cabezas pannacionalistas!), utilizó muchos refranes, la mayoría en boca de Sancho Panza, como recurso humorístico. Algunos los extrajo de la Biblia, otros de la literatura castellana y un tercer grupo del acervo popular. En El Quijote (II-XLIII) se lee: «El que vee (sic) la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo».

Si los dos evangelistas y don Miguel levantaran la cabeza, se echarían las manos a ella, escandalizados por cómo se cumple ese refrán en la política española actual.

Así, si el comisionista que gana un dineral y, presuntamente, defrauda a Hacienda, es el novio de, por ejemplo y sin señalar a nadie, una presidenta de una comunidad autónoma gobernada por el PP, sus conmilitones lo justifican alegando cien añagazas, en tanto los del PSOE lo tildan de «escándalo y corrupción» y piden su dimisión.

Por el contrario, si el turbio asunto de la provisión de mascarillas mancha a una presidenta de una comunidad autónoma gobernada por los socialistas, pongamos el ejemplo hipotético de Baleares, los de su partido la defienden a capa y espada, en tanto los populares exigen su fulminante cese.

De este modo, entre vigas y pajas, acusaciones y justificaciones, van pasando los días, las semanas, los meses e incluso los años, con el sufrido pueblo español soportando, en ocasiones parece que hasta con gusto, esta sarna que horada la epidermis de la democracia, sin que ni tirios ni troyanos, otro tópico que alude a dos enemigos irreconciliables, muevan un dedo para poner remedio y fin a tanto desmán y a tanta hipocresía.

Por fortuna, cada cuatro años como máximo, el paciente pueblo español vota en las urnas y elige a unos o a otros. Es una democracia rara, porque una señora inane, otro ejemplo teórico, puede convertirse en líder del cuarto partido del país con apenas siete mil votos de sus militantes. Y a vivir, que sólo son una paja y una viga.

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