Opinión | EL ARTÍCULO DEL DOMINGO

Aragón y la era del ‘Pig Data’

La comunidad ha de fijar prioridades para establecer cuál es su modelo productivo para los próximos años. La tecnología está llamada a tomar el relevo del sector cárnico y el automóvil

Resulta complicado hablar de la economía aragonesa sin mencionar la logística, la energía y el sector del automóvil, pero si hay un sector que ha irrumpido con fuerza en los últimos años este es el cárnico. El anuncio realizado esta misma semana por el Grupo Costa, que prevé crear 3.200 empleos indefinidos en un macrocomplejo logístico y biofarmacéutico en Villamayor, certifica esta realidad. Será, probablemente, la mayor inversión agroalimentaria (469 millones) de la legislatura. A ella se suma la que ha puesto en marcha BonÀrea, en Épila (400 millones). Solo estos dos proyectos suman alrededor de 8.000 puestos de trabajo en una comunidad que emerge como líder nacional del porcino.

La prueba del algodón de que el cerdo ha entrado de lleno en la estructura productiva de Aragón también se encuentra en el ranquin de empresas, ya que cinco de las diez compañías con que más facturan en la comunidad (Grupo Jorge, Litera Meat, Cárnicas Cinco Villas, Grupo Costa y Mazana) están directamente vinculadas al sector cárnico. Los ingresos de todas ellas superan los 3.500 millones y proceden de los casi 10 millones de cerdos que se producen en el territorio cada año, lo que representa dos tercios del sector ganadero aragonés. Es más, todas ellas registraron en 2022 incrementos de facturación superiores al 10% y en algunos casos el aumento se situó por encima del 20%.

Pese a ello, Aragón quiere diversificar sus fuentes de riqueza y no poner todos los huevos en la misma cesta para evitar riesgos. La agroalimentación y el sector del automóvil han sido las grandes bazas del crecimiento en los últimos años, pero fiarlo todo a un sector (el cárnico) que, poco a poco, ha logrado obtener un mayor valor añadido gracias a la transformación de su materia prima; y a otro (el del automóvil) que comienza a transitar hacia la incierta era de la electromovilidad, no es aconsejable en ningún caso. O al menos no debería serlo si la comunidad quiere posicionarse como punta de lanza de una economía digital que cambia a velocidad de vértigo.

El ecosistema aragonés está obligado a mutar y transformarse, a través de la tecnología, para ser cada vez más productivo y competitivo. Porque ese vector es y será diferencial y transversal al resto de sectores, que hoy constituyen la base de la economía regional. Esa lección parece que la tienen bien aprendida en el Pignatelli. La legislatura que acaba de arrancar está llamada a ser la de la tecnología. La llegada de gigantes como Amazon Web Services (AWS) y Microsoft han marcado un camino que hay que recorrer irremediablemente, no solo como territorio llamado a ser referencia en centros de datos sino epicentro de la nueva era tecnológica.

Las razones para apostar por la tecnología son muchas y muy variadas, pero quizá la más importante sea la capacidad que tiene de mejorar la competitividad y la productividad de las empresas. Además, es la base para la atracción de talento en áreas como la inteligencia artificial, la ingeniería, la gestión del capital humano, la logística, el sector biosanitario y el farmacéutico, entre otros.

Un reciente informe del Consejo General de Economistas y de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) revela los bajos niveles de productividad de la economía española, lo que ha provocado la pérdida de convergencia respecto al resto de socios europeos en términos, incluso, de renta. País Vasco, Madrid, Navarra y Cataluña lideran el ranquin de productividad, y Aragón figura en mitad de tabla rozando la media europea. Tecnología, más innovación, mayor tamaño de las empresas, una apuesta decidida por la formación y un empleo de calidad son factores en los que habrá que incidir para escalar posiciones en esa clasificación.

Aragón, en definitiva, tendrá que decidir más pronto que tarde cuál es el modelo por el que apuesta para el futuro en el medio y el largo plazo. La industria, el sector cárnico, la logística, las energías renovables y el turismo han logrado anclar e impulsar la economía regional en los últimos años. Son piezas de un mismo puzzle, pero ninguna de ellas encajará si se pierde el tren de la tecnología. Aragón se debate entre el Pig y la Data. No son incompatibles, en absoluto, pero hay que comenzar a fijar prioridades.