La 29ª jornada de Segunda

Vulgaridad y pobreza

El Zaragoza se estrella con sus carencias y ante el muro del Burgos para firmar un gris empate que le mantiene con la mirada fija en el abismo

Puche sde lamenta junto a Giuliano Simeone en un momento del partido.

Puche sde lamenta junto a Giuliano Simeone en un momento del partido. / JAIME GALINDO

S. Valero

No ganó al Burgos el Real Zaragoza, que sigue dando pasos hacia el abismo casi como si la cosa no fuera con él ni con una pobreza absoluta de recursos y una vulgaridad que muestra este equipo, que sigue sin ganar en La Romareda en este 2023, en su nuevo e inconsistente proyecto de la recién llegada propiedad. Ni siquiera estuvo cerca de poder doblegar a un rival más hecho y trabajado y que se limitó a nadar y guardar la ropa sabedor de que la incapacidad zaragocista haría el resto. Y lo hizo en un partido muy feo y presidido por el fuerte viento. 

El equipo de Escribá, tras encajar siete dianas en dos encuentros, no recibió esta vez, pero fue casi un juguete en ataque ante la sobriedad burgalesa, mucho más en la segunda parte donde el habitual bajón todavía provocó mas sensación de orfandad de un equipo al que le cuesta un mundo marcar, no lo ha hecho en 15 jornadas de esta Liga , y por lo tanto ganar. El Zaragoza dependió de las carreras de Giuliano, más alocado aún que otros días, y los intentos de Bebé, esta vez sin éxito, aunque el portugués fue el único que de verdad inquietó al enemigo, más con balas de fogueo en la segunda parte. 

El Zaragoza se queda con la mirada hacia abajo, hacia la Ponferradina, a 5 tras caer en Las Palmas, y con el deseo de sumar cuanto antes los 50 puntos, empezando por la victoria obligada ante el desahuciado Lugo el próximo domingo porque luego el calendario para este equipo tan paupérrimo se empina. Lo peor, en todo caso, es que casi nadie en este Zaragoza parece sentir el peligro y La Romareda anda también anestesiada. 

En el once, Escribá se jugó la carta por fin de Luna en el lateral derecho, mientras que Zapater en el medio y Puche en la delantera volvieron para recuperar el 4-4-2 en una Romareda fría en la expectación y en el ambiente ante un Burgos que no tardó nada en mostrar el plan de partido que quería. Julián Calero, por las bajas, apostó por una defensa de cuatro y por poblar la medular para que la movilidad de Bermejo, Gaspar Campos y Curro zarandeara el árbol lo suficiente para generar alguna ocasión, la que esperaban para llevarse el botín y que no le llegó al conformista Burgos.

El Zaragoza tomó el mando del balón y el ficticio del partido, gobernado por el Burgos, que veía los minutos pasar sin que Caro sufriera. Poco exigido por los disparos de Bebé, solo la movilidad de Giuliano inquietaba a la defensa burgalesa bien asentada y el rival hasta se asomó con un remate de Navarro que ya trajo alguna música de viento en La Romareda. El conjunto de Escribá tuvo que esperar a una llegada de Giuliano que no vio el desmarque de Luna y a un remate de Bebé tras un córner en corto que provocó el rechace con apuros de Caro. Poco más en un Zaragoza en el que solo Francho llevaba el peso, con Bermejo desaparecido y Puche y Zapater sin entrar en el partido.

Un remate flojo de Giuliano y un balón al que no llegó Puche a pase de Francho fueron el antecedente de la única acción de peligro real zaragocista, un cabalgada en el costado de Francho que Giuliano estrelló contra Caro. Demasiado poco bagaje para inquietar a un Burgos sólido y bien asentado que llegó al descanso con el objetivo cumplido ante un Zaragoza frío y de poca alma y que no parecía estar jugándose tanto como la tabla dice.

Bajón habitual

La segunda parte trajo el bajón habitual del Zaragoza, que se agarró a los intentos y a las carreras de Bebé, cada vez con menos fortuna, mientras que el Burgos se encerraba en su área y no sufría en su entramado defensivo pese a que había dado un paso atrás que Calero intentó evitar con la entrada de una referencia, Mourad. Escribá recurrió a Pau Sans y a Vada para buscar más llegada y el juvenil falló en el primer remate que tuvo, pero le puso al menos el corazón del que adolece este equipo en muchos momentos.

Cristian despejó con apuros un peligroso remate de Curro y los últimos minutos, con la entrada de Gámez por Luna, ya agotado, fueron la demostración más palpable del quiero y no puedo de un Zaragoza repleto de vulgaridad y con Bebé poniendo centros que no encontraban un rematador, un 9 de área, porque no lo había, con Azón lesionado y Gueye en el merecido ostracismo.

Por suerte, el Burgos no dio un paso adelante y firmó un punto que dio como valioso y que le hizo acabar el partido con una defensa de tres centrales para asegurar ese botín mientras el Zaragoza se ahogaba en su mediocridad. Una salida de Caro ante Pau Sans puso el punto y final al partido de este Zaragoza sin gol que lo busca en el mercado del paro con Álvaro Giménez o Rey Manaj, que ya ha descartado venir, que tiene en Gueye a un recurso que ni Escribá se molesta en usar en La Romareda para evitar el runrún y con Giuliano ya muerto físicamente y que vive preso de su paupérrima faz, de un equipo que solo ha logrado 19 puntos de 42 en casa y que se ha atascado en esta segunda vuelta. El abismo no está lejos. Al revés, anda cerca y el Zaragoza mantiene la falsa idea de que esta guerra no va con él.  

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