La opinión de Sergio Pérez
La roja a Cristian y la roja directa a Milla Alvéndiz
Tanto en el penalti de Nieto como en la segunda amarilla a Cristian, el reglamento da cobijo al colegiado. Sin embargo, en la segunda amarilla a Cristian, Milla Alvéndiz no impartió justicia sino que fue injusto. El castigo fue desproporcionado para la timidez de la acción. Su posterior actitud retadora y soberbia le hacen merecedor de una roja directa
Estaba siendo un partido bonito, con esa electricidad que recorre los cimientos y el césped de La Romareda en los partidos nocturnos y jugados con esa luz artificial tan característica, con idas y venidas, ocasiones para el Real Zaragoza, oportunidades de marcar para Las Palmas, buenas intervenciones de los porteros y un gol, el que Bebé había subido al marcador del estadio al culminar una contra vertiginosa, que corriendo y con espacios es como este equipo manifiesta sus mejores virtudes.
Estaba siendo un partido bonito hasta que se ensució. Primero, con un penalti de Nieto señalado por el árbitro después de mirarlo en el VAR y, finalmente, con la expulsión de Cristian Álvarez por aplaudir tímidamente la decisión del colegiado de mostrarle la amarilla por pérdida de tiempo. Fuentes terminó bajo los palos despejando con la vista un disparo desde fuera del área de Sandro y Milla Alvéndiz abandonó La Romareda con una bronca muy sonora.
Desde el punto de vista reglamentario, las dos decisiones más polémicas del árbitro tienen su encaje. Nieto golpea el balón con el codo dentro del área y Cristian aplaude al árbitro tras recibir la amarilla. En realidad, pocas cosas no lo tienen si se le busca. El problema no está ahí. Con el penalti del lateral izquierdo, la cuestión es el criterio, cambiante y, por lo tanto, inexistente. El asunto de las manos dentro del área ha llegado a un punto tal en el fútbol español que ya nadie sabe qué es punible y qué no lo es. No lo saben los propios colegiados, que aplican distintas sanciones a acciones similares. Por supuesto, tampoco saben a qué atenerse los jugadores. Es una situación que urge una revisión a fondo.
La segunda amarilla a Cristian la definió Escribá como correcta. El reglamento da cobijo al trencilla. Ciertamente, el portero argentino le aplaudió y, con toda certeza, sabe que no debió hacerlo. Sin embargo, como también matizó el entrenador del Real Zaragoza, es una acción tan tenue, de tan insignificante importancia, que no merecía un castigo así de severo. Milla Alvéndiz ni respetó el espíritu del juego ni supo entender el momento ni el contexto. Tampoco juzgó con acierto la gravedad de la acción, que fue mínima, por lo que no impartió justicia sino que fue injusto. Interpuso su orgullo personal en lugar de usar la veteranía, darse media vuelta y hacer que el partido fluyera por el cauce adecuado. La posterior actitud retadora y soberbia del colegiado hasta el final del encuentro le hacen merecedor de una roja directa.
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