La 10ª jornada de Segunda

El circo del tormento. La crónica del Real Zaragoza-Alcorcón (0-2)

Dos imperdonables errores defensivos y la meticulosidad del VAR provocan la segunda derrota seguida en casa del Zaragoza y la tercera en cuatro partidos

Vallejo espera la decisión del árbitro mientras el VAR revisa el posible penalti al andaluz.

Vallejo espera la decisión del árbitro mientras el VAR revisa el posible penalti al andaluz. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

Echarle la culpa al VAR cuando se pierde 0-2 en casa ante un recién ascendido es tan lícito como excesivo. Sobre todo, cuando la derrota se produce como consecuencia de errores imperdonables e impropios de un equipo profesional. Y el Real Zaragoza perdió ante el Alcorcón porque lo hizo más mal que bien y tiene un grave problema con la pelota que se agudiza cuando tiene que tomar la iniciativa. Los tres centrales se atragantan porque todos juegan hacia dentro y solo el lateral izquierdo aporta esa profundidad tan necesaria como jugadores que se atrevan a encarar en el uno contra uno.

El VAR, esa maquinita del demonio para el que suscribe elevada a los altares por otros muchos, perjudicó al Zaragoza, sí, pero solo hizo su trabajo: echar el metro por aquí y por allá para restar esencia a todo esto por una mera cuestión de milímetros. Esta vez fue en contra y otras veces a favor. Si se juega a esto, como a la ruleta rusa, hay que aceptar las reglas.

Aunque cierto es que una herramienta supuestamente útil que anula un penalti por un fuera de juego previo en el que la bota de un señor se encuentra un milímetro y medio por delante de la del otro se convierte en un utensilio cuestionable. Y si para tomar esa decisión se tiene que detener el fútbol durante seis minutos, el artefacto es despreciable. Eso es lo que tardó Sagués Oscoz en medir la bota de Bakis, trazar la línea en cuestión y mandar a Quintero González a revisar su error al ignorar un claro penalti de Rivas a Manu Vallejo al que el árbitro había acusado de simulación. Todos quietos hasta que el de la tele eche el metro, trace líneas, mida y compare. Lo que hace un chico de Primaria en segundos, el fútbol tarda ahora una eternidad. Fuera de juego.

Antes, Azón había mandado al larguero una media vuelta para que La Romareda se hiciera ilusiones en acabar con el maleficio del Alcorcón -cinco victorias alfareras en sus cinco anteriores visitas- y comenzar las fiestas como Dios manda. El inicio era prometedor, pero nadie imaginaba lo que estaba por venir.

Un disparo ajustado de un Mouriño excesivamente alterado y una ocasión de Vallejo, que no llegó por poco a un centro de Valera advirtieron que el Zaragoza se había recuperado bien del primer sofocón. Bakis, de nuevo desastroso, erraba al tratar de rematar un centro del extremo y se enredaba consigo mismo. En realidad, lo viene haciendo desde el principio.

El Alcorcón se limitaba a intentar contener a un equipo aragonés intenso como se le exigía y más dinámico. La movilidad de Vallejo y Valera ayudaba a un Moya muy activo que recurrió al tiralíneas para dejar a Valera solo ante Ruiz, pero Chema corrió más para quitarle el caramelo de la boca al extremo.

Y, de repente, el caos. Poussin, en su debut como titular, se equivocaba al entregar el balón a Grau cuando el mediocentro estaba de espaldas y con un rival cerca, pero el error del valenciano fue mayor al perfilarse mal y permitir a Juanma Bravo quitarle el balón y castigar el doble fallo con un tanto que lo cambió todo. Sobre todo a un Zaragoza que ya no levantaría cabeza.

Sin reacción

Lo intentó Moya con una falta directa que se marchó por poco y Bakis volvía a llenar la grada de manos en las cabezas al cabecear a las manos de Ruiz un saque de esquina con todo a su favor. El Alcorcón tenía el partido justo donde había soñado.

Escribá, obsesionado con no quedarse con diez por segundo partido seguido en casa, dejó en la ducha a Mouriño y tiró de Francés para que, junto al resto, firmaran una primera remontada del curso que pareció cercana cuando Mollejo, en el primer balón que tocaba tras sustituir a Bakis al cuarto de hora, mandó a la red un rechace de Ruiz a un remate defectuoso de Azón. Sin embargo, el VAR encontró, de nuevo, una bota zaragocista ligeramente adelantada a todas las demás. Era la del propio canterano, lo que dejaba al cuadro local, de nuevo, con cara de lelo.

A partir de entonces, el Alcorcón, liderado por un espectacular Eteki, no dejó de crecer al mismo ritmo que menguaba un Zaragoza incapaz de encontrar huecos y fútbol más allá de algunos acertados centros de Lecoeuche o algún pase filtrado de Moya, como el que propició un cabezazo de Azón que se fue directo a las manos de Ruiz. 

Escribá, empeñado en el 4-4-2, contribuía al espanto al ser incapaz de trasladar soluciones a un equipo cada vez más atascado, previsible y preso de los mismos nervios que volvieron a traicionar a Poussin al controlar mal y atacar peor una inadecuada entrega de Marc. Bustos le quitó el balón y Eteki echó el cierre al circo del tormento.