La opinión de Sergio Pérez

Fran Escribá y el señalamiento de los errores de sus jugadores

Desde que Escribá llegó al Real Zaragoza se ha mostrado como un entrenador muy natural delante de los micrófonos. En varias ocasiones, el técnico ha hablado directamente de los errores de sus jugadores para explicar los partidos

Fran Escribá, durante una rueda de prensa.

Fran Escribá, durante una rueda de prensa. / ANDREEA VORNICU

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Desde que llegó a la ciudad en auxilio de un equipo que había empezado con el norte desviado, anclado en el sur de la clasificación y muy lejos de las expectativas iniciales en la primera temporada con la nueva propiedad al frente, Fran Escribá se ha mostrado delante de los micrófonos como un entrenador muy natural, llano y que habitualmente responde con explicaciones directas a lo que se le pregunta. Ha sido así desde que firmó por el Real Zaragoza para sustituir a Juan Carlos Carcedo.

Desde el primer momento llamó la atención la franqueza y el nivel de concreción con el que habla en las ruedas de prensa, muy especialmente cuando se refiere a situaciones de partido en las que han errado jugadores que tiene a sus órdenes y con los que luego convive día a día. Después de perder contra el Eibar, Escribá volvió a poner el foco en el fallo individual de uno de sus futbolistas, esta vez Jair. Antes, nombrándolos o sin hacerlo, habían sido otros, Poussin por ejemplo en El Molinón. Y más atrás, otros tantos.

En cierto punto la situación choca porque no es lo habitual en un mundo como el fútbol, tan acostumbrado a levantar tabiques y a la autoprotección. Aquella vieja máxima de que los trapos sucios se lavan dentro del vestuario está saltando por los aires en este caso. Escribá ha elegido el camino de llamar al pan pan y al vino, vino. Esa decisión le concedería normalidad al error y lo humanizaría si el criterio fuera siempre uniforme y universal. El propio Jair, señalado en el 2-2 del Eibar, pidió disculpas públicamente por su fallo y se responsabilizó de él, algo que le engrandece y le hace más respetable. Los jugadores no son máquinas, fallan. En las últimas jornadas, más de lo habitual.

Si Escribá está acertando o equivocándose exponiendo con esa naturalidad sus argumentos y señalando de manera tan directa los errores individuales de su plantilla, lo dirá el tiempo y la evolución de la relación con sus subordinados. Aquí no hay que ser más papistas que el papa exigiendo sumisión eterna a un código no escrito del fútbol. Hay que pedir madurez e inteligencia, al entrenador que aplique ese listón de crítica también consigo mismo y a todos espaldas anchas y que sitúen siempre el bien del Real Zaragoza por delante.

Ni se gana por una defensa ciega de nada ni se pierde por cuatro frases. La historia del fútbol está llena de casos de todo tipo y condición. De casos de equipos divorciados con su jefe y condenados al fracaso, de casos de vestuarios hermanados de arriba abajo pero fallidos y, por supuesto, de casos de plantillas de éxito con vestuarios celosísimos con su técnico o hechos unos polvorines. Echen la vista atrás.