Crisis social

El miedo a ser visibles y señalados frena el chabolismo en Zaragoza

Las personas sin hogar evitan los enclaves para no ser vistos y estigmatizados | Perduran 35 focos en los que viven 88 personas

Solo hay un enclave formado por caravanas en Zaragoza y está en las inmediaciones de la estación Delicias.  | ÁNGEL DE CASTRO

Solo hay un enclave formado por caravanas en Zaragoza y está en las inmediaciones de la estación Delicias. | ÁNGEL DE CASTRO / carlota gomar

Carlota Gomar

Carlota Gomar

Pocos barrios de Zaragoza se libran de tener un asentamiento cerca. En medio de la desesperación, cualquier cosa es válida para construir una chabola. Cartones, mantas, plásticos, lo que sea para evitar dormir al raso, que no seguro y caliente. El chabolismo se ha enquistado en la capital aragonesa mientras que el número de personas sin techo sigue al alza y supera las 500.

El miedo a ser señalados, a ser visibles y desalojados ha acabado por individualizar esta obligada forma de vida. La crisis económica, la inflación y unos alquileres por las nubes se han convertido en un muro insalvable e imposible de romper. «Esa imagen de que los que vienen tienen ayudas y no les falta de nada no es real. Una persona con un subsidio difícilmente va a poder pagar un alquiler, por no hablar de los problemas mentales que arrastran las personas sin hogar, excluidos del sistema».

Lo dice Yolanda Pasamar, trabajadora social del Programa de Atención Social en Situaciones de Infravivienda y Chabolismo del Ayuntamiento de Zaragoza, que asegura que el estigma de la pobreza, la dureza de vivir en la miseria acarrea muchos problemas mentales que acaba por cronificar su situación.

En los barrios

En Zaragoza hay 35 asentamientos repartidos por casi todo los barrios en los que viven 88 personas. En la avenida Cataluña, San Gregorio, Las Fuentes, Torrero, Valdespartera, Oliver, La Almozara y «prácticamente en todos los puentes» hay un enclave, enumera.

En los últimos años la cifra no ha variado mucho y se mantiene en torno a los 30 puntos, salvo momentos puntuales en los que se produce un pequeño pico motivado por la oferta laboral, como la recogida de la fruta. En 2018, por ejemplo, llegó a haber cerca de 60 focos y 116 personas.

Más mujeres

En general están formados por pocas personas. El más numeroso tiene 20 sintecho, migrantes compatriotas que se apoyan unos a otros formados principalmente por hombres. «Emigrar para las mujeres suele ser más difícil, pero es verdad que cada vez hay más», admite Pasamar.

Ellas representan el 27% de las 88 personas que tienen controladas en el servicio municipal, un 3% más que hace un año. «La brecha de género también se da en la pobreza. La calle es muy peligrosa y si eres mujer todavía más, son muy vulnerables», subraya. Desde Cruz Roja también han detectado que cada vez son más las que malviven en la calle, al raso, y hay una treintena en esta situación.

Suelen ser más jóvenes, entre los 22 y 24 años, mientras que los hombres tienen unos 50 años de media. El perfil es variado y hay tanto españoles como extranjeros, principalmente de llegados desde Rumania.

Por suerte, cada vez son menos los menores de edad que viven en esta situación. Actualmente hay dos enclaves con cuatro niños, uno de ellos en La Almozara, en los alrededores de la estación intermodal de Delicias, y otro en las inmediaciones del Príncipe Felipe. Los cuatro están escolarizados, subraya Pasamar, que explica que cuando se detecta su presencia se activa de forma inmediata un protocolo con los servicios sociales.

«Es raro que haya niños en las chabolas. Los padres suelen buscar otras alternativas, como okupar viviendas, para poder ofrecerles unas condiciones de vida algo mejores», comenta. Hace años la situación era totalmente distinta y eran «muchas» las familias chabolistas con hijos.

La forma de visibilizar la pobreza está cambiando y cada vez son más los que optan por sobrevivir en la calle en soledad, la mejor forma de pasar desapercibidos. «No les gusta hacerse visibles, tienen miedo a ser señalados y detectados y prefieren estar solos porque así se evitan muchos problemas», explica la trabajadora social, de ahí que no crezca el número de asentamientos, pese a haber más personas sin hogar.

El acceso a la vivienda

La crisis económica, la inflación y los precios del alquiler impiden que estas personas puedan volver al sistema. «No tienen una red de apoyo, arrastran problemas de salud mental y cuanto más tiempo llevan de la calle, más difícil resulta que salgan de ella porque sienten que están fuera del sistema», explica. «Sienten que están excluidos porque por muchas ayudas que cobren tienen que elegir: o comen o pagar un alquiler, y eso en el mejor de los casos porque en su situación difícilmente les van a firmar un arriendo», prosigue.

El Programa de Atención Social en Situaciones de Infravivienda y Chabolismo es integral y comienza en la detección de nuevos casos, los que todavía tienen opciones de reconducir su situación. Los procesos de apoyo y acompañamiento son primordiales, pero también complicados porque crear vínculos y generar confianza no es sencillo con unas personas castigadas por el estado de bienestar. Entre sus funciones, además del acompañamiento, se encuentra el asesoramiento, la tramitación administrativa y la escucha. «Suelen estar a la defensiva, es un trabajo lento que empieza por la escucha», apunta la trabajadora social.

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