CRÍTICA LITERARIA

Crítica de Javier Lahoz a 'La fragilidad de todo esto': Las cosas del querer

Esta novela íntima incide en lo absurdo que es confiar en que el futuro construido en nuestra imaginación es el que nos aguarda

El escritor y periodista Oriol Nolis.

El escritor y periodista Oriol Nolis. / EL PERIÓDICO

Javier Lahoz

Este es un libro que, por muy diversos motivos, me resulta demasiado cercano. Durante la pandemia supe de su nacimiento, y no faltaron ocasiones en las que leí y releí fragmentos que el autor me facilitó como aperitivo. Hacía ya algún tiempo que yo sabía lo que se traía entre manos: una mirada personal sumergida en ficción y dirigida a un doloroso episodio vivido recientemente en sus carnes. Parecía una apuesta arriesgada, sin duda, soy bastante contrario a que el protagonismo recaiga en quien escribe. Pero desde el principio comprobé que el texto contenía honestidad y literatura, lucidez en unas líneas que exigían búsquedas y encuentros.

El texto fluye mientras el presente se paraliza en un hospital en el que la madre se debate entre la vida y la muerte, situación cuyo desenlace no supone ninguna sorpresa dado que se parte del final de la historia para alcanzar el principio. La voz narrativa deja claro de inmediato que no busca ese efecto, que la esencia está en el recorrido, que las verdades y las mentiras se confunden y que la mejor opción entre esas cuatro paredes donde la enfermedad prima es la de observar a través de la ventana, aferrándose a los barrotes que impiden abrir paso, como en una cárcel legendaria, y fijar la atención en lo que existe al otro lado. Porque el aquí y el ahora están invadidos por los recuerdos, por los familiares que ya no están, por los amantes que dejaron de ser amados y por los tejemanejes de un trabajo que perdió su fascinación por el camino.

Llena de contrastes

El causante de hacernos comprender a los lectores 'La fragilidad de todo esto', novela publicada por la editorial Círculo de Tiza, es el periodista Oriol Nolis. Se trata de una obra llena de contrastes, en la que su ojo crítico y autocrítico no deja de observar, con perplejidad, cómo determinados trances suponen la aceptación de unas nuevas reglas del juego, le gusten o no. La familia deja de estar ausente y su presencia se impone, situándose en primera línea incluso los que ya se marcharon, de entre los que surgen, paradójicamente, aquellos que más anécdotas proporcionan y cuyas huellas permanecen imborrables en la memoria del autor a día de hoy. Es una evocación necesaria, casi una invocación, porque las cuestiones pendientes abundan y hay que mirar atrás para combatir el dolor que se quedó dentro, y que allí ha seguido alojado.

Hay homenajes al cine clásico en todas las páginas. Son referencias a míticas películas que le entusiasman a Oriol Nolis y que seguramente a los lectores también les agradará recuperar y, en cualquiera de los casos, saborear. Las encaja en la trama como si nada, las maneja a su libre albedrío porque las conoce a la perfección; al fin y al cabo, han sido refugio y compañía, la mejor vía de escape cuando la amarga realidad le señalaba como su principal objetivo y no había mejor huida que la que le proporcionaba el sueño de atravesar la pantalla. Incluso algunos de aquellos personajes que se crecían frente a la cámara se acababan convirtiendo en ejemplos, héroes a los que imitar y a los que aplaudir con fervor. Es la fantasía frente a la crudeza. Es la libertad frente a la condena de vivir bajo el peso de la culpa. Es el deseo frente a la apatía. Es la seguridad que reparte certezas a diestro y siniestro frente a la fragilidad de todo esto.

Los secundarios están en su sitio, el que marcan la brevedad y la intensidad, y ayudan a definir la personalidad del protagonista desde muy pequeño. Además, despojan al drama que todo lo cubre de la inevitable asfixia y ponen un punto de humor y de análisis en los acontecimientos. Y me atrevo a añadir que le dan a la rutina su condición de arma de doble filo, capaz de agotar sensibilidades pero también de obligar a mantener la atención centrada. Es una novela íntima que incide en lo absurdo que es confiar en que el futuro construido en nuestra imaginación es el que nos aguarda.

Hay testimonios que poseen la fuerza de un ciclón porque durante años van cogiendo velocidad. Arrancan, arrasan y arrastran. Se llevan aquello que ha dejado de estar adherido a la piel y que parece salido de una noche de pesadilla. Es el momento de ajustar cuentas con uno mismo y con los demás, y de recurrir a una madurez que ha llegado de sopetón, como resultado de un proceso que, sin ser nosotros conscientes, nos pone a prueba día a día.

Suscríbete para seguir leyendo