Guardando las distancias: El sueño de un hombre despierto

En política cultural, la sociedad también tiene algo que decir, no debe ser impasible

La cultura debe tener al público como elemento participativo en ella.

La cultura debe tener al público como elemento participativo en ella. / EL PERIÓDICO

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

No tengo ninguna esperanza en la campaña electoral que se aproxima de cara a las elecciones municipales y autonómicas. De la misma forma que no albergo esa posibilidad, muy en el fondo (cosas de las contradicciones internas de uno), sí espero que me sorprendan de una vez los candidatos y, por una vez, se pueda oír en campaña las propuestas culturales de sus programas. Por lo menos, que tengan planes para ella, aunque luego, como sucede en otras áreas, no se cumplan en su totalidad por los motivos que sean. No soy un kamikaze, simplemente pienso que sí eso sucediera por lo menos la cultura empezaría a estar a la altura de otras áreas en el orden de importancia de las instituciones e incluso de la propia sociedad.

Acaba una nueva legislatura y con la sensación de que se ha avanzado algo en materia cultural, uno echa en falta ese debate serio, transversal y constructivo entre todo el sector y los representantes institucionales para consensuar un plan. Fíjense si me conformo con poco. Un plan en el que se tengan claras las necesidades del sector, en el que se piense con nitidez lo que debería hacerse en una comunidad como la nuestra desbordante de talento pero falta (en algunos casos alarmante) de potencia económica. Una realidad con la que el sector ha demostrado que sabe convivir sin que desaparezca esa creatividad que coloca a Aragón en la punta de las comunidades españolas. Y no es un eslogan publicitario, lo creo firmemente y soy capaz de defenderlo ante quien haga falta.

Parches y más parches

Mientras tanto, tengo la sensación de que se van poniendo parches para ir sorteando algunos problemas e ir sacando adelante proyectos (de los que hay muchos, interesantes e incluso pioneros en España) sin que realmente se esté construyendo un proyecto a largo plazo. Y, ojo, no hablo exclusivamente de poner dinero para que todo vaya creciendo y para que los activos culturales puedan ir realizando su trabajo sin el agobio de si tendrá que cerrar su empresa al año siguiente. Hablo de crear una estructura que se preocupe por los caminos que se deben seguir, que consiga incluir en el curriculum educativo la educación cultural y que, en definitiva, le haga entender a la población que la cultura no solo nos define como grupo con ascendencias comunes y como comunidad sino que repercute positivamente en cosas que hoy parece que mucha gente quiere convertir en banales como en el propio conocimiento de uno mismo o en el enfrentamiento con nuestros propios demonios. Ni más ni menos.

Ojalá llegue el mes de mayo y oigamos en las semanas anteriores un montón de propuestas de los candidatos a las diferentes alcaldías y al Gobierno de Aragón. Mientras tanto, permítanme quedarme a la espera y ser bastante escéptico con la posibilidad de que la cultura ocupe por fine l lugar que le corresponde en el debate público. El problema no es menor, porque si esto no ocurre estaremos dejando a la cultura al libre albedrío de los que manden a partir de mayo, de sus criterios (buenos o no) y de su manera de hacer las cosas sin que nadie pueda rebatir o pueda hacer reflexionar sobre cuál es el camino que se debe seguir.

Y en eso, no hay que olvidarlo nunca, la sociedad también tiene algo que decir, no debe ser impasible, y debería ser capaz de reivindicar que la creación cultural también le compete a ella y no solo como sujeto de disfrute. Espero que los Reyes Magos o en lo que crea cada uno hayan tenido buen tino... 

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