OPINIÓN

Guardando las distancias: La dificultad de vivir en el margen

En ningún caso, la valoración de un hecho cultural debería hacerse desde los galardones

Los Premios Feroz desvelaron esta semana sus nominaciones.

Los Premios Feroz desvelaron esta semana sus nominaciones. / Efe / Rodrigo Jiménez

Daniel Monserrat

Daniel Monserrat

Llega la temporada de premios del cine español y, con ella, la sensación de que si no están en la lista de nominadas no has realizado buen trabajo. Nada más lejos de la realidad. Los premios es algo que va muy intrínsecamente ligado a la industria. Solo con la intención de potenciar y relanzar el cine español se crearon los Goya en el espejo de los Oscar que son los que consiguen dominar el discurso de la industria del cine en todo el mundo. Por eso es bastante habitual que no haya hueco (es cierto que en los últimos años ha ido cambiando un poco la tendencia) para ciertas producciones valientes y que arriesgan en su forma de contar las cosas y en su contenido. La trayectoria de los galardones está repleta de ejemplos. Al mismo tiempo suele ser también muy complicado que una película taquillera acabe aspirando a los premios en ese difícil equilibrio que se ha ido consolidado con los años.

En cierta manera y por explicarlo rápido y breve, se quiere premiar esas películas que quizá no tienen el apoyo espectacular de las grandes plataformas pero sin querer arriesgar más de la cuenta. Casos sonados, eso sí, ha habido de cruzar ese umbral como cuando se premió 'La soledad', de Jaime Rosales, pero la incomprensión en la sociedad fue tan alta que, en cierta manera, nunca ha pasado nada igual.

Relativizar por encima de todo

Es por eso que en cuanto a los premios hay que saber relativizar. Los Goya son los premios de la industria (no digamos ya los Forqué) con un jurado (los académicos) muy concreto en el que los equilibrios son complicados, también los territoriales (hay clara predominancia del sector catalán lo que la balanza hace que a veces se incline con razones algo dudosas). En ese panorama de los galardones también nacieron los Premios Feroz, los de la crítica especializada. Ahí es donde quizá deberían tener hueco películas más diferentes aunque, todo hay que decirlo, cada vez se parecen más los reconocimientos concedidos de unos y otros empezando a transitar una senda peligrosa incluso para la supervivencia.

Eso si hablamos del cine, ni que decir tiene que la situación es mucho más compleja en los Premios Max a lo que es prácticamente imposible acceder desde lugares periféricos como Aragón y eso que, a día de hoy, la producción teatral en la comunidad está a un nivel estratosférico como bien se está pudiendo comprobar a lo largo de este mes de noviembre en escenarios como el Teatro Principal. Y en menor medida porque es un mundo un poco diferente en cuanto a los galardones también sucede con la música.

Es, como decía, temporada de premios y de balances y en ningún caso la valoración de un hecho cultural (no me gusta mucho utilizar la palabra producto) debería realizarse en base a los reconocimientos en forma de estatuillas recibidos. Lo que sucede es que en esta realidad perversa que habitamos dentro de un mundo capitalista con todas las letras, una cosa suele ir relacionada con la otra en el sentido que los reconocimientos acaban repercutiendo directamente en la búsqueda de la financiación para un nuevo proyecto futuro. Y así todo se convierte en un bucle o en un círculo cerrado del que es difícil escapar si no es con un fuerte compromiso hacia la cultura y hacia el acto de la creación sin presiones y sin cortapisas. Desde ahí es desde donde nacen películas tan necesarias como, por ejemplo, 'Teresa', de la aragonesa Paula Ortiz; o 'La maternal', de Pilar Palomero, por citar dos ejemplos de cineastas aragonesas y mujeres. 

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