Crítica de 'Aquellos maravillosos días': tres mujeres, tres generaciones

Catherine Deneuve, Andrea Riseborough y Morgan Saylor. Madre, hija y nieta en la ficción. Un guion escrito pensando en las actrices que interpretarán los tres personajes principales, sobre todo en el caso de Deneueve y Riseborough, máximos reclamos de una historia tratada de manera demasiado dulzona, algo frívola si se quiere, pese a comenzar siendo un drama de imposible reconciliación generacional. El escenario: una granja de pollos en Nueva Jersey, aunque se trata de una película francesa en todo el sentido de la palabra.

Laura, propietaria de la granja, padece cáncer. Su hija, Charlie, no se entiende bien con ella. La abuela, Solange, hace acto de presencia cuando nadie la esperaba. Lo que ocurre a continuación es previsible. Pese a que Laura cortó toda relación con Solange hace años –no fue precisamente una buena madre y es difícil que sea mejor abuela–, la convivencia comienza a limar todas las aristas; Charlie se siente bien con Solange y Laura empieza a reconciliarse con esta. Muy de manual de drama suave aderezado con unos cuantos elementos cómicos. Porque ni la gripe aviar que asola la región hace mella en el drama, la enfermedad queda en un segundo plano y Deneuve dinamiza el conjunto fumando marihuana despreocupadamente o coqueteando con el jefe de policía del lugar.