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La Virgen del Pilar y su templo

El 27 de mayo del año 1642, el concejo de Zaragoza proclamó a la Virgen del Pilar como la patrona de la ciudad

La Virgen del Pilar, durante la Ofrenda de Flores en Zaragoza.

La Virgen del Pilar, durante la Ofrenda de Flores en Zaragoza. / MIGUEL ANGEL GRACIA

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Desde justo hace un año, la basílica y catedral del Pilar de Zaragoza lleva siendo noticia por los desprendimientos que se están produciendo en sus torres y que no sólo suponen un peligro para los ciudadanos, sino que también es el propio edificio el que nos habla pidiendo un refuerzo que necesita. No pensemos que uno de los lugares más icónicos de la ciudad, si no el que más, se va a venir abajo en cualquier momento, pero sin duda es un mensaje alto y claro el que se está lanzando. Con el de hace unos días ya van tres desprendimientos en el último año, lo que muestra la necesidad de una intervención profunda con urgencia. No es, además, la primera vez que ocurre, y ya hace casi un siglo fueron necesarios unos trabajos muy importantes y que no son demasiado conocidos.

Esto nos lleva a ese 27 de mayo del año 1642, cuando el concejo de la ciudad proclamó a la Virgen del Pilar como la patrona de la ciudad. Poco más de dos años antes se produjo el Milagro de Calanda, cuya tradición cuenta que a Miguel Pellicer le restituyó una pierna amputada años antes por intercesión de la misma virgen. La historia se extendió como un reguero de pólvora, la Iglesia abrió una investigación y ya en 1641 el hecho fue declarado oficialmente por el arzobispo Pedro Apaolaza como un auténtico milagro. Hasta tal punto adquirió fama que el mismo Miguel fue llevado a la Corte para que el rey Felipe IV besara la pierna restituida.

Desde al menos el siglo XIII está constatado un importante fervor por Santa María la Mayor, como se la conocía hasta entonces, en la capital aragonesa. Pero esta historia lo aumentó considerablemente, y el templo mudéjar que existía hasta entonces pronto se quedó pequeño en tamaño y dignidad. Por ello, apenas unas décadas más tarde comenzaron las obras del nuevo templo que, con los muchos cambios que sufrió el proyecto, es el que vemos hoy en día. Sin embargo, su imponente tamaño y estructura no eran los idóneos para el terreno en el que fue levantado, junto al río Ebro y en una zona de relleno poco firme que se había ganado a la ribera del río más caudaloso de la península Ibérica.

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VISTA NOCTURNA DE LA BASILICA DEL PILAR Y EL RIO EBRO DESDE EL PUENTE DE SANTIAGO. / ANGEL DE CASTRO

Seguramente la ingeniería lo desaconsejaba, pero el nuevo templo era muchísimo más que una nueva catedral para la ciudad, pues en él se encerraba todo un lenguaje simbólico que transformó el urbanismo de la ciudad, que trascendió lo religioso para llegar también a lo cultural y, por supuesto, a lo político. Y es que también hay que decir que la monarquía de los Habsburgo y más tarde la de los Borbones impulsaron este nuevo edificio para, entre otras cosas, hacer cierta sombra a la Seo, la otra catedral de Zaragoza y sobre todo el templo de Estado de la monarquía aragonesa donde los reyes tenían que ir a jurar los fueros y ser coronados y proclamados como reyes de Aragón, algo que socavaba la deriva absolutista de las monarquías del momento.

Los materiales utilizados tampoco fueron seguramente los mejores, pues había que intentar abaratar costes, y todo ello se tradujo con el paso del tiempo en una desestabilización de la estructura del edificio ya a finales del siglo XIX y que necesitó de una importante intervención en la década de 1930 dirigida por el arquitecto Teodoro Ríos para reforzar los cimientos. Esta actuación de urgencia fue clave para darle estabilidad al Pilar, pero la construcción del parking bajo la enorme plaza a partir de la década de 1980 seguramente no ayudó mucho. El vaciado de tierra que tuvo que hacerse en un terreno ya de por sí no demasiado bueno hizo que desde entonces el templo no sólo esté en cierta manera comprometido por la acción constante del Ebro y su capa freática desde su lado norte, sino también en el sur por la construcción del parking. Ahora toca, 381 años después de la proclamación de la virgen del Pilar como patrona que motivó la construcción de este icono de la ciudad, ponerse manos a la obra para asegurar la buena conservación de uno de los edificios más famosos de España.

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