Entender+ con la historia

La Pascua y el calendario

La reforma del almanaque hizo fijar la fecha correcta de Semana Santa

Romper la Hora en Híjar.

Romper la Hora en Híjar. / EFE

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Hoy es Domingo de Resurrección, y por lo tanto Domingo de Pascua, la festividad más importante del cristianismo que cierra además la Semana Santa. Con la Pascua se celebra la resurrección de Jesucristo tras haber sido crucificado, y por lo tanto el cumplimiento que le había encomendado Dios para que los pecados del ser humano fueran perdonados y vencer además a la misma muerte asegurando la vida eterna. Es pues una festividad de gran importancia, más si cabe en el siglo XVI, tiempo en el que además la cristiandad estaba en guerra consigo misma entre la Iglesia Católica y las iglesias reformadas que surgieron a partir de Martín Lutero. Es decir, habían estallado las guerras de religión que acabarían asolando buena parte de Europa hasta mediados del siglo siguiente.

Pero esta celebración de la Pascua estaba ya dando importantes problemas en ese siglo XVI con respecto a su ubicación en el calendario que utilizaba desde hacía milenio y medio la cristiandad: el calendario juliano. ¿A qué se debía esto? Para entenderlo a grandes rasgos, hay que ir hasta la Antigüedad y a la misma Roma, de la cual heredamos en buena medida nuestra forma de medir el tiempo, los días, las semanas, meses y años. Con la evolución de la Antigua Roma también fue evolucionando a lo largo de los siglos el calendario, que pasó de tener apenas 305 días hasta los 355. Sin embargo, con ese tipo de calendario cada año se iban acumulando un desfase de unos 10 días con respecto al tiempo que tarda La Tierra en completar su viaje alrededor del Sol. De momento, el Estado romano fue solucionándolo añadiendo cada varios años un mes entero intercalar al terminar febrero, pues de otro modo se acababa produciendo un curioso efecto por el cual no coincidían los meses con la estación del año en el que supuestamente debían estar ubicados.

Pero ya en el siglo I a.C. la cosa se desmadró con las guerras civiles que estallaron en Roma, de modo que lo de añadir ese mes intercalar se les empezó a pasar hasta el punto de que a mediados de ese siglo se acumulaba ya un desfase de unos tres meses. Pero en ese momento Cayo Julio César ganó su guerra civil, y con los poderes que había adquirido al ser nombrado dictador de la república decidió reformar el calendario, aplicando un modelo mucho más exacto que había desarrollado Sosígenes de Alejandría.

Gregorio XIII, impulsor del calendario Gregoriano.

Gregorio XIII, impulsor del calendario Gregoriano. / EL PERIÓDICO

Este calculó que La Tierra completaba su ciclo anual en aproximadamente 365 días, algo muy exacto con respecto a la realidad, sobre todo si tenemos en cuenta los medios con los que tuvo que realizar esos cálculos. Aun así, ya sabemos que el año no dura exactamente esos 365 días, y con el paso de los siglos se fue acumulando muy poco a poco un desfase, al principio imperceptible, pero que ya en el siglo XVI era notorio. En el año 1515 ya se notaba, pues ese desfase acumulaba varios días, lo que estaba dando problemas para ubicar esas festividades del calendario cristiano que marcaban en buena medida, junto a las estaciones, el devenir de los días de la gente. Ese año, estudiosos de la Universidad de Salamanca presentaron un estudio en el que mostraban la necesidad de acometer una nueva reforma. Pero al poco tiempo estallaron los inicios de las guerras de religión, así que había otras cuestiones más acuciantes mientras el desfase seguía agrandándose.

Así siguió el asunto hasta 1578, cuando un nuevo estudio alertaba de que el desfase acumulaba ya 10 días. Así, por fin, el papa Gregorio XIII decidió acometer esa gran reforma tan necesaria, la cual se desarrolló en el año 1582 en el que se corrigió el problema pasando del jueves 4 de octubre al viernes 15. Literalmente se saltaron 10 días del calendario para corregir esa situación y poder así implementar el calendario gregoriano que sigue rigiendo todavía hoy a Occidente, y gracias al cual se pudo por fin celebrar la Pascua en el momento adecuado.

Eso sí, el nuevo sistema no se adoptó desde el principio en todos los lugares. Los primeros en aceptarlo fueron la Monarquía Hispánica y Portugal, adhiriéndose más tarde el resto de países que seguían bajo la obediencia católica. Los países protestantes tardaron un tiempo más en hacerlo, como fue el caso de Inglaterra. De hecho, siempre se dice que el 23 de abril se celebra el Día del Libro para conmemorar la muerte de Miguel de Cervantes y William Shakespeare. En realidad, Cervantes murió el día anterior, aunque fue enterrado el 23, de modo que nos puede valer como efeméride conjunta. Pero lo cierto es que ese 23 de abril no era el mismo para las Españas y para Inglaterra, puesto que en 1616 los ingleses seguían rigiéndose por el calendario juliano y no el gregoriano, de modo que el literato inglés murió un 2 de mayo según el calendario que regía los reinos hispánicos. Una curiosidad que, por supuesto, no tiene que arruinar uno de los días favoritos de los amantes de la lectura.

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