ENTENDER+ CON LA HISTORIA

100 años del asesinato de Soldevila

El 4 de junio de 1923 fue asesinado el cardenal y arzobispo de Zaragoza

La Basílica del Pilar alberga la tumba de Juan Soldevila.

La Basílica del Pilar alberga la tumba de Juan Soldevila. / JAIME GALINDO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Este domingo se cumple un siglo de uno de los asesinatos más sonados de aquella Zaragoza, ese Aragón y esa España del primer tercio del siglo XX por todo lo que supuso. Hoy en día este suceso no es tan conocido, a pesar de que seguro que mucha gente ha pasado sin advertirlo sobre o cerca de la tumba que acoge los restos mortales de Juan Soldevila frente a la Santa Capilla de la Virgen del Pilar en la basílica-catedral zaragozana. Pero a pesar de la conmoción que produjo en ese momento, lo cierto es que este asesinato en un acto terrorista tampoco era una gran novedad ni en España ni en la Europa de ese momento.

El triunfo paulatino de las revoluciones liberales había dejado a la burguesía con el poder económico y político en los diferentes países europeos en los que se iba viviendo una cada vez más fuerte industrialización. A finales del siglo XIX y comienzos del XX se vivió el primer gran éxodo de población desde un medio rural que ya no necesitaba tanta mano de obra ante la paulatina mecanización del campo o la falta de tierras mientras que en las ciudades se iban abriendo cada vez más fábricas que daban la oportunidad de conseguir un empleo.

De esa manera, las ciudades crecieron en población y sin control durante décadas, lo que provocó la formación de los primeros barrios de obreros que se construían sin apenas organización, servicios mínimos o condiciones salubres y donde vivían hacinadas miles de personas. La situación laboral en muchas fábricas tampoco era las idónea, con largas jornadas laborales, medidas de seguridad inexistentes y abusos constantes que motivaron el inicio de las luchas obreras y la aparición de sindicatos que exigían mejoras.

Juan Soldevila.

Juan Soldevila.

También se hicieron más fuertes movimientos como el anarquismo, que en España tuvo una enorme fuerza en el campo andaluz y en ciudades que estaban desarrollando una potente industria como Barcelona o Zaragoza. En toda Europa se empezaron a producir atentados terroristas que tenían como objetivo impulsar la lucha obrera y sobre todo tratar de destruir a lo que consideraban como el opresor régimen burgués. En España se vivieron por ejemplo el atentado que perpetró el anarquista turolense Santiago Salvador en el Liceo de Barcelona de 1893 y que dejó 20 muertos, los asesinatos de Antonio Cánovas del Castillo y José Canalejas o los intentos de hacer lo mismo con los reyes Alfonso XII y Alfonso XIII. Mientras, por otro lado surgió también el fenómeno del pistolerismo, muy fuerte en Barcelona y que consistía en sicarios pagados por los patrones para asesinar a los sindicalistas.

Con todos estos ingredientes que en España estaban aderezados por la Guerra del Rif en el norte de Marruecos y los desastres militares como los del Barranco del Lobo (1909) y Annual (1921), hay que imaginar que la convivencia social no era precisamente un remanso de paz. Y es aquí donde toca abordar la figura de Juan Soldevila. Había nacido en la localidad zamorana de Fuentelapeña en 1843, y desarrolló una carrera eclesiástica que le llevó a ser obispo de Tarazona, arzobispo de Zaragoza y cardenal. También fue designado senador vitalicio, y su riqueza e influencia política fue importantísima en esas primeras décadas del siglo XX. Se erigió en un gran crítico de la educación laica pues consideraba que era la responsable de la paulatina secularización de la población aragonesa. También se le acusó de luchar contra el sindicalismo e incluso de financiar bajo mano el terrorismo patronal.

Joaquín Costa, cuyas propuestas hidráulicas apoyó Soldevila.

Joaquín Costa, cuyas propuestas hidráulicas apoyó Soldevila.

Pero también consiguió numerosas simpatías entre los aragoneses defendiendo los regadíos y las propuestas hidráulicas de Joaquín Costa, mientras que promovió la creación de la Caja de Ahorros de la Inmaculada y distintas iniciativas de justicia social, especialmente la construcción de viviendas sociales dirigidas a poder ofrecer casas dignas a las miles de personas que llegaban constantemente a Zaragoza desde el campo buscando trabajo en las fábricas y quizás una oportunidad de prosperar.

Así llegó un caluroso 4 de junio de 1923. En ese momento, algunos dirigentes del sindicato anarquista Los Solidarios buscaba vengar el asesinato en Barcelona en el mes de marzo del líder sindicalista Salvador Seguí a manos de los pistoleros de la patronal. Uno de los objetivos que se buscó fue al cardenal Juan Soldevila como representante de esa oligarquía caciquil y burguesa a la que querían destruir, y quien casi todas las tardes acudía en su elegante coche Sunbeam a la finca de El Terminillo, situada frente a donde hoy está el Hospital Clínico de Zaragoza. Conociendo esta rutina, los anarquistas oscenses Francisco Ascaso y Rafael Torres Escartín esperaban el paso del vehículo, el cual llegó apenas unos minutos antes de las cuatro de la tarde. En ese momento dispararon contra el cardenal, quien falleció en el acto a sus 80 años. Su asesinato fue una conmoción y cuatro días más tarde se celebró en las calles de Zaragoza uno de los actos más multitudinarios que se recuerdan para celebrar su funeral. Afectara su muerte o no, apenas tres meses después el general Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado para imponer una dictadura en España que duraría casi siete años con la excusa de acabar con los desmanes sociales en el país.

Suscríbete para seguir leyendo