Principios de los setenta en el valle de Benasque. Por aquellos tiempos ese rincón de la Alta Ribagorza tenía una economía basada en la ganadería, la subsistencia y el turismo de verano. Los montañeros realizaban travesías, ascendían a los tresmiles y acudían a puntos de referencia como Aigualluts o Baños de Benasque. «Los hoteles se contaban con los dedos de una mano. Estaban el Aneto, Valero, Benasque, Casa Salló, Barrabés y poco más», afirma Paco Lacau, una de las personas vinculadas toda su vida a Montañeros de Aragón de Barbastro, club fundado en 1949. Sin embargo, en invierno el valle languidecía. «Te encontrabas a pocas personas. El refugio de Estós lo abríamos el 26 de diciembre y lo cerrábamos el 10 de enero y llegaban 20 personas en ese periodo», añade el veterano barbastrense.

Pero todo cambió de manera radical un 26 de diciembre de 1971. Fue entonces cuando se inauguró la estación de Cerler. «Con la instalación, Benasque dio un cambio cósmico. Cerler vivió un petardazo de modernidad. No sé si positiva o negativa. Se hicieron apartamentos, bares, pubs, discotecas...», asevera Lacau, que fue uno de los pioneros de la estación altoaragonesa. Aún conserva su primer ticket de entrada a la estación. «No hubo ningún acto grandilocuente en la inauguración y no recuerdo que asistieran políticos. Sí que estuvo el alcalde de Benasque y estuvimos miembros de Montañeros de Barbastro como Joaquín Torres o Jorge Clavería», indica.

El proyecto

En 1966, la estación de Cerler, entonces en proyecto, consiguió la primera declaración como Centro de Interés Turístico. Aquí se adoptó, como en Suiza o Austria, el nombre de la población, Cerler, el pueblo más alto de Aragón, que a 1.540 metros se hallaba muy próximo al lugar previsto como base de pistas. La iniciativa surgió de un grupo de empresarios catalanes. «Algunos accionistas de la estación de La Molina habían solicitado la concesión de las nieves y tenían contratados a unos benasquinos que hacían los estudios de innivación. Los de Zaragoza no sabían que existía el valle de Benasque salvo dos o tres familias de rancio abolengo. En Benasque nadie puso un duro por la estación».

Los primeros cursillos que se organizaron en Cerler fueron de Montañeros de Aragón de Barbastro. «Los negociamos con Ramón Cuscó Tardío, el director de la estación. El primer cursillo era de domingo y acudimos con un autobús y se apuntaron unas 50 personas. El material era absolutamente primitivo. La Federación Aragonesa y nuestro 'club madre' de Montañeros de Aragón nos proporcionaron unos equipos básicos para infantiles», explica.

En los primeros tiempos la carretera de acceso a Cerler era una pista forestal. «Había ocasiones en que llegábamos en autobús a Benasque y alquilábamos unos Land Rover que nos llevaban hasta el punto de partida de la estación. Pero con la nieve había momentos que estaba impracticable. El Ampriu no estaba abierto, ni pensaban abrirlo. El primer día estaban puestas las dos telesillas, la B1 y la B2, y el telearrastre de Farnuserals, que estaba situado en la cota 2.000. También estaban puestas las pilonas del telarrastre de la Cogulla», indica.

El antiguo pueblo de Cerler no era como ahora. «Era pequeño y aislado. Había un bloque de apartamentos que se llamaba Perdiguero y allí vivía Ramón Cuscó. Hasta que no abrieron la carretera se tenía que bajar andando por un camino a Benasque». Lacau explica que los montañeros no solían hacer excursiones por esa zona de Benasque. «Nos adentrábamos por Estós o íbamos a La Renclusa para hacer las Maladetas o el Aneto. Por Cerler el pico más alto era el Gallinero y no daba el nivel para realizar tanto esfuerzo», asevera.

Todo ha cambiado. Ahora cuenta con el mayor desnivel esquiable del Pirineo con 1.130 metros, 68 pistas y 77 kilómetros esquiables. Todo tiene sus contrapartidas. «Ha llegado un holding que nos trata igual que un cliente de Tarragona. Cuando vienen mal dadas, les hemos sacado las castañas del fuego. Y cuando pierden dinero, lo pone el Gobierno de Aragón, que somos todos los ciudadanos de aquí. Alguna consideración deberían tener con nosotros. Me refiero a los precios de los forfaits y al gasto cotidiano», concluye el montañero altoaragonés.

(Consulta el parte de nieve)