Aquel cara a cara

Ángela Labordeta

Ángela Labordeta

El debate cara a cara se hizo bronco, algo así como una ascensión bajo el huracán que despliega un ogro inmenso. Dicen que ganó Feijóo y que perdió Sánchez y dicen que ganó Feijóo porque supo atacar con destreza y alguna que otra mentira y entre su argumentario extendió sobre la mesa un documento que firmó como quien firma una carta cariñosa a una prima lejana para informarle de cosas intrascendentes. El presidente del PP insistió una y otra vez y quiso que Sánchez aceptara y firmara ese mismo documento en el que ambos líderes, al margen del resto de fuerzas políticas, sensibilidades sociales y realidades territoriales, se comprometían a convertir en presidente a aquel que encabezara la lista más votada, que lógicamente solo pueden ser los candidatos del PP o del PSOE.

Algo así como entre listos anda el juego, juego al que Feijóo solo invitó a Sánchez, porque el presidente del PP es muy consciente que de no obtener una mayoría absoluta o quedar muy cerca de ella y poder apoyarse en fuerzas nacionalistas, como PNV, regionalistas como Coalición Canaria y quizá partidos que dan voz y vida a la España vaciada, su aliado y cómplice, políticamente hablando, solo podrá ser Vox, quien tras las elecciones del 28M escenifica ser quien es sin máscaras ni ningún tipo de reparo, negando todo lo que significa progreso y despreciando la violencia machista, que no solo no reconoce, sino que con sus comportamientos y discursos busca que el invierno sea eterno para las mujeres, glacial y de inmensa oscuridad.

No hubo muchas propuestas y las que hubo llegaron por parte del candidato del PSOE

Dicen que ganó Feijóo porque Sánchez anduvo dubitativo y que quizá no debiera haber sacado lo del Falcon ni lo de «que te vote Txapote». Es cierto que no hubo muchas propuestas y las que hubo llegaron por parte del candidato del PSOE, y también es cierto que ETA fue una vez más guía y brújula de la parte más bronca, algo inexplicable cuando en España hace ya casi doce años que no se produce ningún asesinato, cuando la banda terrorista anunció el cese definitivo de su actividad armada en octubre de 2011, siendo presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

Pero eso poco importa, Feijóo tenía que hacer ruido y remitir al espectador a momentos dolorosos de su historia, buscando un efecto de culpabilidad en quien no tiene culpa de nada. Hubo cosas feas en el cara a cara, acusaciones frívolas y casi insidiosas y por parte de Feijóo hubo una gran olvidada: las mujeres asesinadas que le resultan incómodas en su camino hacia la Moncloa ante los posicionamientos de quienes ya son sus socios de gobierno en tantos ayuntamientos y comunidades autónomas.

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