Opinión | El trasluz
Escasea la gracia
Me gustan las canciones con argumento porque compensan la ausencia de argumento de la vida, que carece de guion. Cuando lo tiene, parece un “cuento escrito por un loco, lleno de ruido y furia”. Nunca he logrado averiguar, por cierto, en esta cita de Shakespeare, si el que está lleno de ruido y furia es el cuento o el loco. En unas lecturas me parece que es el cuento y en otras que el loco. En todo caso, hay mucho ruido y mucha furia tanto en la atmósfera de nuestros días como en los personajes que la habitan. El éxito del bolero no es otro que el del argumento. En todo lo que relatan esas duras canciones populares de amor se adivina la mano del destino, que es un creador infinito de historias con exposición, nudo y desenlace: todo aquello que echamos de menos en un lunes cualquiera de nuestra existencia cotidiana, también en un martes o en un miércoles, incluso los fines de semana transcurren sin que los vertebre una idea novelesca.
Mis alumnos del taller de escritura no comprenden por qué los animo (a veces los obligo) a escuchar corridos mexicanos, pues también en este género se manifiestan tramas alucinantes de las que llevan años sirviéndose los culebrones de sobremesa.
El argumento.
Lo que daría la gente por sentir que su existencia ha estado al servicio de un relato. Los biógrafos de los personajes históricos se remontan a veces hasta los abuelos o los bisabuelos de sus biografiados en la confianza de hallar en sus orígenes lejanos acontecimientos que den explicación a los próximos. Simetrías, buscan simetrías porque nos vuelven locos también las simetrías, es decir, los movimientos especulares, los equilibrios, las proporciones, las medidas. De todo eso no hay nada en la realidad, desengáñense. Tales productos hay que ir a buscarlos a la novela o al cine, por no volver a citar los boleros y los corridos mexicanos.
No es fácil convencer de esto a los alumnos, la mayoría de los cuales, debido a la influencia de las series de mala calidad, solo aspiran a escribir escenas de costumbres. Pero hasta las peores escenas costumbristas, les digo sin éxito alguno, están manipuladas para que tengan gracia, algo de lo que anda muy escasa la vida.
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