La opinión de Sergio Pérez

La primera gran 'crisis de gobierno' del nuevo Real Zaragoza

Raúl Sanllehí, Juan Carlos Carcedo y Miguel Torrecilla, en la presentación del técnico.

Raúl Sanllehí, Juan Carlos Carcedo y Miguel Torrecilla, en la presentación del técnico. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

La toma del control de una gran empresa después de la adquisición de la mayoría accionarial se puede hacer de manera brusca y sin templar gaitas, como por ejemplo Elon Musk en Twitter, o se puede ejecutar de modo suave, sosegado y sin episodios abruptos, como sin ir más lejos hizo el grupo que encabeza Jorge Mas en el Real Zaragoza.

La nueva propiedad de la Sociedad Anónima Deportiva aragonesa eligió un aterrizaje reposado, tranquilo, nada de elefantes ni de cacharrerías, tanto que por momentos casi pareció más un proceso de fusión que de compra. El consejo de administración entrante, el órgano que dirige la marcha de la empresa y supervisa el funcionamiento de las distintas direcciones ejecutivas, mantuvo incluso a un miembro del inmediatamente precedente, nexo de unión entre dos tiempos y metáfora perfecta de las características de la operación.

La llegada del grupo de Jorge Mas, que fue elegido presidente aunque no posee la mayoría accionarial entre los inversores, llegó acompañada del aterrizaje de Raúl Sanllehí. El director general tomó tierra en la ciudad con tiempo suficiente y varios meses de margen para comprobar sobre el terreno cómo era la realidad a la que se enfrentaba. Su praxis respetó por completo la manera de hacer de los compradores. Fue conservadora, integradora y nada traumática, asumiendo como propia casi toda la herencia del pasado: la estructura interna y de gestión prácticamente en pleno con ligeros retoques muy localizados, la dirección deportiva y hasta 19 futbolistas de la última plantilla. Al entrenador lo cambió en una apuesta muy personal: Carcedo en lugar de JIM. El propio Sanllehí explicó públicamente que había actuado así porque todo lo que había visto en el club le era válido.

Hoy, unos meses después, el Real Zaragoza vive un momento extremadamente difícil con su primera gran 'crisis de gobierno', una situación de apuro a la que se ha llegado por numerosos errores propios, varias decisiones estratégicas desacertadas y por la consiguiente exigencia de responsabilidades desde el exterior, en este caso desde la afición. Miguel Torrecilla, el director deportivo sorprendentemente renovado, y Juan Carlos Carcedo, la presunta carta ganadora para el banquillo, están en el ojo del huracán por sus propios disparates.

El nuevo grupo de inversores eligió cómo y de qué manera entraba en el Real Zaragoza. Por numerosas razones que intervinieron en el proceso de venta, algunas a la vista y otras que se pueden ver si uno mira con más detenimiento, eligió un desembarco pausado aceptando como suyo un amplio y pesado legado. Y empezó a construir el futuro con muchas, demasiadas, piezas del pasado. La vida ha transcurrido precipitadamente y, a las primeras rachas de cierzo, han asomado las vergüenzas escondidas debajo de la alfombra.

Las primeras fichas van a caer antes casi que las hojas en el otoño, algo que por estas tierras ya es costumbre pero que se esperaba que dejara de serlo en esta era. Se repetirá la historia porque la concatenación de fallos en varias cuestiones capitales en las diferentes escalas de mando, director deportivo, técnico y futbolistas, ha sido excesiva. Va a ser el bautismo en un escenario de crisis para este nuevo Real Zaragoza, cuya abundante credibilidad inicial ha quedado tocada por las derivadas del fútbol. El club se va a ver obligado a desandar sobre sus propios pasos demasiado pronto, a asumir los costes y las responsabilidades consiguientes. Afronta un escenario de enorme complejidad deportiva, bajo una presión muy elevada y un margen económico limitado, pero que exige actuaciones contundentes.

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