Irene Vallejo: "Descubrir que la literatura con firma y nombre propio empezó con una mujer fue algo emocionante"

La escritora zaragozana, Premio Nacional de Ensayo y el Premio Aragón 2021, ha vendido más de un millón de ejemplares de su extraordinario ensayo sobre la historia de los libros

Irene Vallejo, en el teatro romano de Zaragoza

Irene Vallejo, en el teatro romano de Zaragoza / Toni Galán

Con más de cincuenta ediciones en España, ‘El infinito en un junco’ ha vendido más de un millón de ejemplares en todo el mundo, se ha traducido a 38 idiomas y se ha publicado en más de sesenta países. Unas cifras de récord para este ensayo de la filóloga clásica Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), Premio Nacional de Ensayo, entre otros galardones, quien encontró en la literatura un camino tan inesperado como nítido. Ya que un cambio de rumbo, en el que los cuidados jugaron un papel crucial, la llevó hacia la profesión que siempre quiso ejercer. Y a la búsqueda y visualización de esos nombres de mujer silenciados en la historia de la creación literaria, que recoge, junto con sus colegas varones, en ‘El infinito en un junco’.

La literatura siempre ha formado parte de la vida de la escritora zaragozana. En especial, todo lo relacionado con las leyendas de Grecia y Roma, que la animaron a estudiar Filología Clásica y, posteriormente, a la obtención del Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia. Una carrera profesional que cambió de forma radical cuando “tomé la decisión de cuidar a mi padre en su enfermedad, hasta su muerte. Y después, por los cuidados que ha necesitado mi hijo desde su nacimiento. Dedicarme a ellos me ha exigido renunciar a posibilidades profesionales y vitales. Realmente, no existen ayudas u oportunidades para reengancharse que favorezcan a las personas que se dedican al cuidado”, explica.

'El infinito en un junco' se ha traducido a decenas de lenguas

'El infinito en un junco' se ha traducido a decenas de lenguas / Facebook Irene Vallejo

Una situación que “afecta especialmente a las mujeres, porque tradicionalmente somos nosotras las depositarias de las obligaciones del cuidado. Pero también afecta a hombres. Después de un periodo intenso de dedicarse al cuidado, de dejar en segundo plano el trabajo, el estudio o la carrera, es muy difícil reincorporarse, y tienes la sensación de haber perdido un tren por cuidar a tus seres queridos. Sobre una renuncia se van acumulando otras renuncias sucesivas. Creo que es eso lo que más me ha marcado. De hecho, después de la muerte de mi padre, tuve que cambiar de profesión, porque era muy difícil continuar con la vida académica, que era mi primer rumbo. Este es un tema que me importa y en el que insisto muchas veces, cómo la sociedad se construye sobre esos cuidados, esos vínculos, muchas veces familiares y afectivos, y, sin embargo, para las personas que optan por cuidar hay una gran penalización profesional. Y ese es un problema que no conseguimos resolver. Al final el cuidado se hace a costa de tu situación económica, de tus expectativas, y muchas veces, a costa de tus sueños”, asevera.

Nombre: Irene Vallejo Moreu

Profesión: Filóloga clásica. Obtuvo el Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia.

Cargo: Escritora

Lugar y año de nacimiento: Zaragoza, 1979

Trayectoria: Atraída desde la infancia por las leyendas de Grecia y Roma, Irene Vallejo estudió Filología Clásica y obtuvo el Doctorado Europeo por las Universidades de Zaragoza y Florencia. En las bibliotecas florentinas nació su ensayo El infinito en un junco (2019). Además de galardones internacionales como el Prix Livre de Poche en Francia, el Premio Wenjin de la Biblioteca Nacional de China o el Premio Henríquez Ureña de la Academia Mexicana de la Lengua, ha sido reconocido en España con el Premio Nacional de Ensayo, el Premio ‘Ojo Crítico’ de Narrativa, el Premio del Gremio de Librerías, el de las ‘Librerías de Madrid’, el galardón ‘Líder Humanista’, el premio ‘José Antonio Labordeta’, el Premio ‘Antonio Sancha’ de los Editores, así como el Premio Aragón 2021, entre otros. Colabora con medios de comunicación como El País o Cadena SER en España, Milenio en México o Corriere della Sera en Italia, entre otros.

La frase que aplica a su día a día: "María Moliner decía que tomó lápiz y papel para escribir un diccionario en seis meses, y acabaron siendo quince años. Pienso muchas veces en esa frase".

Una decisión que, en su caso “probablemente me ha llevado a donde yo quería llegar, que era la literatura”, aunque es consciente de que, a pesar de que, en su caso, el cambio de dirección ha sido positivo, “no necesariamente es así. Sé, por muchas personas a las que conozco, que es una sensación de mucha impotencia, cuando te das cuenta de que estás tomando una decisión que mejora el bienestar de tus seres queridos, y que de alguna manera, es también un servicio a la sociedad, esté tan penalizado”.

Carreras literarias duraderas

Irene Vallejo, ganadora de galardones como el Premio Henríquez Ureña de la Academia Mexicana de la Lengua, se muestra “optimista” por la evolución de la presencia y atención hacia la literatura hecha por mujeres. Aunque “no diría que hayamos llegado a una situación de completa igualdad”, sí que ha visto “avances muy esperanzadores”, comenta. Sin embargo, considera que “ahora el reto que queda todavía, en mi opinión, es que las mujeres consigamos construir carreras duraderas, no solo ser la novedad de un momento dado. Y, sobre todo, los ámbitos del prestigio y del dinero, que siempre son los últimos reductos. En el cine, por ejemplo, es más difícil que le confíen una película de gran presupuesto a una directora. Donde hay realmente un gran negocio, una fuerte inversión, todavía es más difícil para las mujeres. Y en los territorios más específicos del prestigio, con los grandes premios literarios, las academias… todavía se percibe ese desnivel”.

"A Enheduanna, que fue la primera persona que firmó un texto literario con su nombre, nadie me la nombró durante mis estudios universitarios con especialidad en literatura antigua”

Una evolución en la que la mayor presencia de editoras, críticas o profesoras universitarias, marca la diferencia. “Al haber más mujeres que enseñan, que dirigen proyectos, investigaciones, tesis, estamos rescatando figuras olvidadas del pasado que sirven también como referentes retrospectivos. Creo que es muy estimulante descubrir que la creación femenina no era ese vacío que nos habían hecho creer”, manifiesta. “Es un cambio gradual que tampoco se puede pretender realizar en unos pocos años. Yo lo veo en marcha, tengo la sensación de que, ahora sí, varias generaciones estamos trabajando juntas en eso”, comenta.

Presencias, pérdidas y nombres silenciados

En el ensayo `El infinito en un junco´, una versión más divulgativa de su tesis doctoral, Irene Vallejo escribe “una historia de los libros y de la lectura, donde, junto a los protagonistas masculinos, estuvieran ya incorporadas las mujeres”. Un trabajo fruto de una pregunta. “En el mundo antiguo, dónde estaban las mujeres que leían, si escribían, en qué géneros podían escribir”. Un trabajo en el que descubrió a “Enheduanna, la primera persona que firmó un texto con su nombre. Descubrir que la literatura con firma y nombre propio empezó con una mujer, fue algo emocionante por inesperado. De una manera bastante anómala, esa figura tan importante nadie me la había mencionado durante todos mis estudios universitarios con especialidad en literatura antigua”. Una figura relevante quien, según describe Vallejo en su ensayo, escribió, mil quinientos años antes que Homero, “un conjunto de himnos cuyos ecos resuenan todavía en los Salmos de la Biblia”.

En su tesis doctoral a Irene Vallejo le “interesaba saber dónde estaban las mujeres en los orígenes. Porque hay un momento en el que la oralidad da paso a la cultura escrita” en la que la “nueva tecnología está en manos de hombres ricos, en cambio, el territorio de la oralidad sigue siendo muy femenino. Esas mujeres creativas contaban historias, cantaban, componían poemas. Pero como no se escribían, muchos de ellos se perdían”, apunta. “Se les permitía tener una vena creativa, pero no era fácil dedicarse de forma profesional a la literatura. A pesar de todo, siempre ha habido mujeres que saltan por encima de las prohibiciones y de las dificultades, y son personajes muy interesantes”, comenta.

La sensación continua de reinicio

De todas estas creadoras literarias de la antigüedad “solo queda un nombre en una enciclopedia antigua o en algún libro de erudición. Yo fui recogiendo esos nombres para poder trazar un mapa, incluso de pérdidas y de nombres silenciados”, rememora Vallejo. Un trabajo que abordó “predispuesta por una educación en la que no me habían nombrado casi ninguna mujer escritora de la antigüedad. Salvo Safo, había un silencio absoluto”, comenta. “Creo que es importante empezar a escribir ya las historias incluyendo a las mujeres dentro de los capítulos principales, y no como una especie de nota a pie de página”, asevera.

Y es que los datos son contundentes. “hace unos años se hizo un estudio que establecía que la presencia de mujeres en los libros de texto educativos era del 7,5%. Totalmente residual”, recuerda. Aunque cada vez son más los “profesores, científicas, escritoras, que buscamos contestarnos a esa pregunta sobre las pioneras, las tradiciones. Porque sin tradiciones nos sentimos más solas. Esa sensación que, a lo largo de la historia, han tenido las mujeres de estar siempre empezando, porque no tenían conocimiento de otras mujeres que, antes que ellas, ya habían intentado abrir caminos y rutas. Esa especie de expropiación de los referentes hace que sea más difícil tener autoestima y confianza”, valora.

Paciencia y resiliencia

Irene Vallejo colabora con medios de comunicación como El País o Cadena SER en España, Milenio en México o Corriere della Sera en Italia, entre otros, y ha vendido más de un millón de copias de su ensayo ‘El infinito en un junco’. Una carrera de éxito en la que no ha dejado de haber obstáculos, un mensaje que traslada a todas aquellas jóvenes que deseen seguir sus pasos. “Lo que creo haber aprendido es que hay que tener mucha paciencia. No exigirte a ti misma éxito rápido, que parece que es el mensaje social imperante. Y tenemos muchas veces la percepción de que los demás toman la delantera, porque en este mundo de las redes sociales y de la apariencia, se comparten los éxitos, muy exagerados, y se ocultan los fracasos, los proyectos que no salen adelante, las veces que te dan con la puerta en las narices. Creo que ser artista es estar constantemente sometido a que te rechacen: un proyecto, un libro, que una película no salga, que no puedas lanzar tu disco… En la medida de lo posible, hay que aprender a utilizar los obstáculos para seguir creciendo y no pararse y no frustrarse”, asevera.

Unas experiencias que se llevan de otra manera cuando se recuerdan biografías como la de su admirada María Moliner, “un personaje que me ayuda a reconciliarme con las dificultades, las esperas y las frustraciones”, manifiesta Vallejo. “Como filóloga, pienso en su esfuerzo, en las dificultades que tuvo que hacer frente, y con qué humildad y con qué tesón, en la mesa de su casa, con sus humildes fichas, construyó un diccionario tan fascinante. Es para mí una metáfora. Hay una frase que dice ella, algo así como que tomó papel y lápiz para escribir un diccionario, un proyecto que pensó que acabaría en seis meses y acabaron siendo quince años. Pienso muchas veces en esa frase. Hace falta mucha paciencia, hay que sembrar mucho para recoger un poco en el mejor de los casos. Hay que tener el amor al oficio que ella tenía, y esa capacidad para seguir adelante, en medio de sus tareas, de sus hijos, de su familia, de la vida que pasa y también te exige, y ella en medio de ese torbellino, fue capaz de poner en orden todas las palabras de nuestra lengua”, describe.