RESEÑA LITERARIA

Los libros aragoneses de Domingo Buesa: El valor de la fotografía. Zaragoza antigua

Cuando abrimos un libro de fotografías viajamos a un ayer captado por un fotógrafo que muestra su talento y su pasión por la ciudad, que construye una imagen con encanto

Una imagen de Zaragoza en 1954.

Una imagen de Zaragoza en 1954. / PILAR TRALLERO

Domingo Buesa

Domingo Buesa

En los últimos años hemos podido disfrutar de interesantes trabajos que nos proponen sugestivos recorridos por el pasado de nuestras ciudades a través de las fotografías que han sobrevivido a la desidia de los tiempos. Un ejemplo claro es el caso de Zaragoza, aunque no debemos olvidar que se han dedicado muy buenas publicaciones de este tipo para poblaciones diversas de Aragón que van desde el norte –donde es muy interesante citar el caso de Sabiñánigo– hasta el sur donde recuerdo la tercera entrega sobre 'El Teruel que fue', publicada en 2020. Sin salir de nuestra tierra aragonesa, hoy nos capta la atención la tercera entrega de Zaragoza Antigua que nos presenta el editor Salvador Trallero, afincado en la población oscense de Sariñena y autor ya de dos entregas anteriores (2013 y 2016) que nos regalaron la visión de un conjunto de fotografías de Zaragoza, muchas de ellas inéditas. Esta colección ha mantenido el formato y eso es bueno, aunque en esta última entrega haya perdido peso en favor de la imagen el texto escrito, que siempre es un excelente acompañante para esta presentación de imágenes del pasado. A pesar de haberse reducido, se agradecen las citas a los autores que han escrito sobre esta ciudad y que permiten poner voz a un conjunto tan notable de sensaciones.

Según Salvador Trallero este apasionante recorrido visual por la Zaragoza que va desde 1891 a 2022 (editado «para colaborar y contribuir a difundir, en este caso, la historia visual de Zaragoza») se ha convertido en algo más que en un libro de regalo, por la sencilla razón de que encierra las claves para que podamos adentrarnos en un viaje al pasado del que todos salimos reconfortados. Este aspecto, tan poco contemplado a veces, lo ha descrito con precisión Salman Rushdie cuando explica que esas imágenes de su infancia son artefactos con los que recordaba el pasado, con las que recuperar nuestro hogar aunque lo hayamos perdido «en una ciudad perdida en la niebla del tiempo».

Un viaje al ayer

Cuando leemos al escritor de origen hindú, estamos preparados para sentir que estos libros parece que incitan a la nostalgia, en la medida en la que nos muestran un mundo que ha desaparecido. Es lo que Edmon Castell, en un admirado y pensado 'Breve ensayo sobre el valor y uso de las colecciones fotográficas en los museos de ciudad', publicado en Bogotá el año 2004, define como «dialéctica negativa» porque –según él– no la proyectamos en el pasado, sino que la vivimos en el presente. Y pienso que acierta plenamente cuando dice que las fotografías evocan aquello que ya no somos, porque ese instante ya dejó de ser presente y es pasado.

Cuando abrimos un libro de fotografías antiguas viajamos a un ayer captado por un fotógrafo que muestra su talento y su pasión por la ciudad, que construye una imagen con encanto. Y esto es, sin duda, lo que logra que hoy, muchísimas décadas después, nos cautive a todos porque –aunque no tengamos conciencia de ello– nos hablan de las personas que construyeron y destruyeron la ciudad. Al final, se impone lo que estamos viendo y poco importa quién la tomó. Cada libro es un homenaje a un artista de la imagen, también con frecuencia al «fotógrafo desconocido», y una oportunidad para el lector de poner en marcha su creatividad, de suponer mil y un relatos que expliquen lo que vemos.

Y esa visión que nos ofrecen libros como el que ha editado Salvador Trallero, es una cuestión muy moderna porque no sólo nos permite explicarla desde el presente con un relato, sino que permite entender que estamos hablando de espacio, de esa espacialidad en la que vive el ser humano que se desplaza por calles y plazas. Esta sería la última entrega generosa de un libro de este tipo: el que podamos entender como se ha ido transformando el paisaje urbano en el que vivimos, incluso recuperar un mundo que ya no existe pero que mantiene su posibilidad de ser paseado, de ser recorrido intentando poner la imagen de lo que hemos visto allí donde ya no se ve. Esta experiencia es ciertamente agradable para el ser humano que se siente identificado, vinculado, anclado a un lugar cuya imagen cambia a merced del viento de los tiempos.

Disfrute con Salvador Trallero

Por ello, es de agradecer los ratos que este libro de Trallero nos permite disfrutar de nuestro espacio identitario, agradecerle el formato de las reproducciones que facilita el recorrido de nuestra curiosidad, reconocerle que estas apuestas son fundamentales para construir ciudad. Es una delicia ir pasando sus hojas, convertidas en ventanas a impresiones instantáneas del pasado, y comprender al final que este libro de la ciudad es también parte del libro de nuestra vida y de nuestra historia. Es un homenaje a esa Zaragoza de los siglos XIX y XX, tan cercana como lejana.

Y para concluir, no querría dejar de señalar que cuando nos metemos en la aventura que propone un libro de fotografías antiguas, siempre tendremos que tener claro que estamos compartiendo una aventura que nació en el París de 1839, cuando Daguerre se planteó fotografiar a un limpiador de zapatos que, lógicamente, no se estaba quieto. Ese inconveniente lo tuvo que gestionar exigiendo la inmovilidad de ese hombre que se convirtió solamente en una silueta en el París eterno. No olvidemos que esta primera fotografía urbana es el punto de partida de una especial y espacial atención a las ciudades, que se benefició de los avances técnicos que permitieron congelar los movimientos de las personas y vehículos que seguían moviéndose en el paisaje. Ese es el punto de partida de una nueva concepción de la fotografía, convertidos los fotógrafos en historiadores de un mundo que convertían en un instante. Y doscientos años después, seguimos pasando las hojas de este libro sobre la Zaragoza antigua que espero disfruten con emoción. 

‘ZARAGOZA ANTIGUA III’

Salvador Trallero (editori)

Sariñena

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