HASTA EL 31 DE DICIEMBRE

La DPZ expone en el Palacio de Sástago la identidad de Zaragoza a través de tres siglos de arte

La muestra 'Imagen de Zaragoza, espejo de España' cuenta con un total de 89 obras pertenecientes a creadores como Goya, Ignacio Zuloaga o Juan Gálvez

La colección puede visitarse en horario de martes a sábado de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00 horas; y los domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas.

La colección puede visitarse en horario de martes a sábado de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00 horas; y los domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas. / DPZ

El Periódico de Aragón

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El palacio de Sástago acoge desde este viernes una exposición sobre la imagen y la identidad de Zaragoza y del resto de la provincia a través de tres siglos de arte, denominada 'Imagen de Zaragoza, espejo de España'. La muestra, organizada y producida por la Diputación de Zaragoza, puede verse hasta el 31 de diciembre, en horario de martes a sábado de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00 horas; y los domingos y festivos de 11.00 a 14.00 horas. La exhibición reúne pinturas, acuarelas, aguafuertes y esculturas de creadores como Francisco de Goya, Ignacio Zuloaga, Juan Gálvez y Fernando Brambila, Lucas Escolá o Francisco Marín Bagüés.

La colección reúne un total de 89 obras que van desde el siglo XVIII hasta la década de los 50 y entre las que también hay fotografías y libros. La forman 34 pinturas al óleo, 4 acuarelas, 18 aguafuertes, 8 fotografías en tirada de la época, 5 esculturas y 20 libros y revistas. Todas pertenecen a la colección de arte de la Diputación de Zaragoza, a los fondos del archivo y de la biblioteca de la propia DPZ y a la Institución Fernando el Católico.

“Visitando esta exposición los zaragozanos van a poder conocer mejor el imaginario de su provincia, es decir, los símbolos, los conceptos y las imágenes que han ido conformando la identidad de esta tierra y que muestran cómo nos hemos ido viendo a nosotros mismos en las diferentes épocas históricas”, ha destacado en la presentación de la exposición la diputada delegada de Cultura de la Diputación de Zaragoza, Charo Lázaro.

La muestra está dividida en ocho ámbitos: 'Los Sitios de Zaragoza', 'La nostalgia del pasado', 'Espacio urbano y paisaje', 'La pérdida de las libertades aragonesas', 'El padre Ebro y el Canal Imperial de Aragón', 'La mujer en el imaginario de Aragón', 'Redescubrimiento de Goya' y 'Pan y toros: la fiesta'.

Los sitios de Zaragoza, la nostalgia y el paisaje urbano

En el patio del palacio de Sástago, 'Los Sitios de Zaragoza' repasa cómo, en el marco de una atroz guerra europea contra la invasión napoleónica, cuyos horrores Goya denunciaría, la población civil de una ciudad sin apenas defensas, Zaragoza, plantó cara durante meses al hasta entonces avasallador ejército francés que, como testimoniaron Gálvez y Brambila, acabó por arrasar la capital del Ebro. Su inesperado heroísmo despertó una extraordinaria admiración dentro y fuera de España, y personalidades de la literatura universal, como lord Byron, Víctor Hugo o León Tolstoi, evocaron en sus obras la epopeya.

En la sala de Arcos las obras de 'La nostalgia del pasado' muestran cómo el progreso de la industria y de las comunicaciones aceleró la desaparición de las viejas costumbres y de los tipos populares. El tren unía toda Europa en el siglo XIX y hacía desaparecer el color local. Los viajeros románticos, sensibles a ese proceso irreversible, salieron a aldeas y villas de toda España a rescatar sus monumentos medievales, pero también los usos y prácticas de sus vecinos. Se encontró en las tradiciones y el folclore la forma de representar un sentimiento de pertenencia a una patria común, de dar a conocer una identidad colectiva con raíces históricas.

La exhibición separa su repertorio en ocho ámbitos temáticos que reflejan los símbolos de Zaragoza, como el río Ebro o sus históricos Sitios.

La exhibición separa su repertorio en ocho ámbitos temáticos que reflejan los símbolos de Zaragoza, como el río Ebro o sus históricos Sitios. / DPZ

También en la sala de Arcos el visitante comprobará a través de diferentes óleos de 'Espacio urbano y paisaje' la distancia que separaba el campo de la ciudad, como, fuera de la gran y pujante urbe señorean ásperos paisajes idealizados por el arte: desabridas y sedientas lomas que cubren horizontes moteadas por adustos matorrales o muelas y páramos interminables, castigados por el azote del cierzo o del sol. En esos paisajes, vírgenes o alterados por la mano del hombre, que ha domesticado el cereal, vides y olivos, encuentran acomodo pequeñas poblaciones que sobreviven a duras penas al correr de los tiempos. En ellas, nuevos edenes para algunos, es posible admirar retazos de historia todavía en pie, callejuelas con sabor a pasado, casas solariegas, fortalezas en ruinas, modestas ermitas o altivas catedrales de otros siglos, que nos recuerdan quiénes fuimos y quiénes somos.

Las libertades aragonesas, el padre Ebro y la mujer zaragozana

Siguiendo el recorrido por la exposición, el vinilo 'Los últimos momentos de Lanuza' muestra como, a finales del siglo XVI, el rey Felipe II impuso la posibilidad de nombrar un virrey no aragonés para gobernar Aragón. Y decapitó, sin juicio previo, al joven Justicia, Juan de Lanuza, levantado en armas con el fin de defender la integridad de los Fueros tras las alteraciones. Erosionó así las leyes e instituciones que habían regido el reino de Aragón desde la Edad Media, unas leyes que el 29 de junio de 1707 quedaron definitivamente abolidas al promulgarse los Decretos de Nueva Planta por orden de Felipe V, primer monarca de la casa Borbón en España, partidario de una administración única y centralizada.

La provincia de Zaragoza no se puede concebir definitivamente sin el río Ebro ni los canales y acequias a los que alimenta. Su cauce y el de sus afluentes dibujan arterias que dotan de vida a un vasto y árido territorio, donde el agua se convierte en un bien tan preciado como escaso. Eso plasman los dos óleos, tres libros, un mapa de la cuenca de 1927 y una revista que pueden verse este ámbito de la exposición. A pesar de su indomable carácter, el serpenteante Ebro, “caudaloso, bello y abundante en peces”, según apreció el procónsul romano Catón hace más de dos mil años, sirvió de guía, además, para alcanzar la meseta o el mar, e infinidad de personas y mercancías surcaron sus aguas hasta que a mediados del siglo XIX el ferrocarril inauguró la era de las comunicaciones modernas. También queda reflejado el papel del Canal Imperial, soberbia obra de ingeniería nacida en tiempos de Carlos I.

El papel de la mujer es otro de los temas de la exposición. A través de dos óleos, dos esculturas y cuatro aguafuertes puede comprobarse cómo, durante años, el papel de la mujer en la sociedad zaragozana quedó encorsetado en el interior del hogar como esposa y madre. Solo en momentos de extrema necesidad pública, como, por ejemplo, durante los Sitios, descollaron las mujeres. A partir del siglo XVIII, sin embargo, hubo pioneras como Andresa Casamayor, Josefa Amar y Borbón, Concepción Gimeno de Flaquer, Amparo Poch o María Moliner, que abrieron y desbrozaron caminos para impulsar un profundo cambio social que la llegada de la mujer a la universidad aceleró, si bien ha conocido acentuados altibajos.

Redescubrimiento de Goya

La celebración en 1928 del primer centenario de la muerte de Goya fue un acontecimiento de un gran impacto cultural que traspasó fronteras y que también queda reflejado en la exposición en tres óleos y dos esculturas. En Zaragoza, el impulso dado por los hermanos José y Fernando García Mercadal fue crucial para la celebración. Todo el capital humano aragonés fue consultado: de Luis Buñuel y Florián Rey a Ramón Acín, pasando por el presidente de la Diputación, el ingeniero Antonio Lasierra Purroy, el industrial Basilio Paraíso o el pintor Ignacio Zuloaga.

El teatro y los toros fueron los dos mayores entretenimientos populares de España hasta el desarrollo industrial tal y como puede comprobarse en las obras que componen este ámbito de la exposición. Prestigiosos estudios designan a Aragón como una de las cunas del toreo a pie y en esta tierra han visto la luz diestros destacados en la historia de la tauromaquia. Uno de los más tempranos fue el cincovillés Martincho, inmortalizado en un aguafuerte por Goya que puede verse en la muestra.