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Roma, Pradilla y la Real Academia

En 1873 fue fundada la Academia Española de Bellas artes de Roma

‘Juana la loca’, primera gran obra de Pradilla.Arriba, autorretrato de Francisco Pradilla Ortiz.

‘Juana la loca’, primera gran obra de Pradilla.Arriba, autorretrato de Francisco Pradilla Ortiz. / EL PERIÓDICO

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Imaginemos por un momento el ambiente que debía vivirse en Roma, la ciudad eterna, allá por el año 1873, hace 150 años. Apenas una década antes, y tras varios intentos fracasados, se había iniciado el proceso de unificación de Italia creándose un nuevo reino bajo soberanía de la Casa de Saboya, que ya gobernaba previamente en el reino de Piamonte-Cerdeña. Sin embargo, todavía se resistió durante un tiempo la parte central de la península Itálica y sobre todo la ciudad de Roma, la cual seguía siendo la capital de los Estados papales. Estos resistieron gracias al apoyo militar que les brindaba la Francia de Napoleón III, pero cuando este fue derrocado debido a la derrota francesa ante los prusianos, los italianos aprovecharon e invadieron Roma en 1870, adhiriéndola al reino de Italia y convirtiéndola en su capital. Así pues, el ambiente en la ciudad debía ser todavía de una extraordinaria exaltación nacionalista cuando no mucho después, en 1873, el gobierno español decidió crear allí la Academia Española de Bellas Artes. Y no era un momento cualquiera en la historia de una España que vivía un momento totalmente contrario al italiano.

La academia española fue fundada durante el gobierno de Nicolás Salmerón, el tercer presidente que tenía la primera república española en los apenas cinco meses que llevaba de vida. Un Salmerón que tuvo que afrontar una guerra en Cuba, una guerra carlista y la rebelión de algunos cantones. A pesar de ese contexto, el gobierno español había decidido fundar una academia para ofrecer a los futuros artistas españoles un sitio donde aprender, ensayar y tener un lugar de recogimiento en el que poder dar rienda suelta a sus dotes artísticas mientras estaban becados por España. ¿Y por qué se abría ese centro en Roma y no en cualquier otra ciudad europea?

Pues porque durante siglos, y especialmente desde el siglo XVII, Roma se había convertido en el gran centro del arte y la cultura de Occidente, un estatus que mantuvo durante mucho tiempo. De hecho, todo aquél que quisiera llegar a vivir del arte, ya fuera de la pintura, la escultura o incluso de la arquitectura, debía al menos haber pasado una temporada en Roma e incluso trabajado en ella, aprendiendo de primera mano las técnicas de los grandes artistas. Así fue como Velázquez o el aragonés Francisco de Goya, por poner un par de ejemplos, pasaron allí una temporada. Eso sí; en el momento en el que España abrió esta academia en 1873, Roma estaba viviendo ya hacía tiempo los estertores finales de su capitalidad cultural, dejando poco a poco paso a otras grandes urbes como serán París y, ya en el siglo XX Nueva York, como centros del arte.

El lugar elegido para establecer la academia no era tampoco baladí, y es que se eligió el antiguo monasterio franciscano de San Pietro in Montorio, ordenado construir en la colina del Janículo por Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, los Reyes Católicos, en el siglo XV. Su primer director fue el pintor palentino José Casado del Alisal, quien pintó diferentes escenas históricas, alguna de ellas muy vinculada a Aragón, como esa maravillosa obra dedicada a la leyenda de la Campana de Huesca y el rey Ramiro II el Monje. A esa academia, que tras le restauración de la monarquía en España se le dio el nombre de Real Academia, llegó poco tiempo después un aragonés que fue un auténtico genio de la pintura: Francisco Pradilla. Este ganó la beca gracias a un cuadro que pintó sobre el rapto de las sabinas, y estando ya en Roma saltó a la fama por una de las más grandes obras de la época: Doña Juana la Loca (1878). Desde entonces no dejaron de lloverle encargos, como el de La rendición de Granada (1882) o el que pintó por encargo del Ayuntamiento de Zaragoza mostrando a un triunfante Alfonso I el Batallador; cuadro que más tarde inspiró al escultor José Bueno para crear la gran escultura de este monarca que preside el parque José Antonio Labordeta.

Gracias a todo ese éxito, Francisco Pradilla pasó de ser alumno de la Real Academia Española en Roma a convertirse en su segundo director sustituyendo a José Casado del Alisal. Sin duda, la etapa de Pradilla en tierras italianas fue para el pintor una de las más felices de su vida. La Real Academia, con los diferentes avatares históricos que ha sufrido, sigue funcionando y acogiendo hoy en día a nuevos alumnos, aunque adaptada a los nuevos tiempos y tecnologías, ya que no sólo se dedica a la pintura o a la escultura, sino que está abierta a otras disciplinas como el diseño de moda, la gastronomía, fotografía, la videocreación, el diseño gráfico o el cómic, dando nuevas oportunidades de crecimiento a los artistas del mañana.

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