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Joaquín Costa y la primera bici de España

El pensador aragonés fue clave en los inicios del ciclismo en el país

Dibujo de la Exposición Universal de París de 1867

Dibujo de la Exposición Universal de París de 1867 / WIKIPEDIA

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

No hace mucha falta presentar a Joaquín Costa Martínez, uno de los aragoneses más influyentes, quizás el que más, en muchos de los postulados políticos que marcaron los años finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX no sólo en Aragón, sino en toda España, y que incluso todavía hoy aparece en los discursos de algún que otro parlamentario. Nació en la localidad oscense de Monzón el 14 de noviembre de 1846 en el seno de una familia humilde de agricultores, pero gracias a su inteligencia, a su tesón, y a un hambre voraz de lectura, Joaquín Costa pudo labrarse su propio camino sacándose sus diferentes estudios incluso mientras trabajaba de lo que fuera. Especialmente en Huesca, donde llegó a ser criado sin paga, carpintero, albañil o cuidador de caballos.

Con el paso de los años acabó siendo una de las mentes políticas más relevantes del panorama nacional, especialmente desde la década de 1890, criticando muy duramente el sistema político instaurado en España desde 1875 tras la restauración de la monarquía con la Casa de Borbón en el trono y que impulsó especialmente Cánovas del Castillo. Un sistema político bajo el amparo del rey Alfonso XII que se basaba en el turnismo en el poder de dos grandes partidos políticos. Cuando el gobierno acababa desgastado por el paso de los años, por algún escándalo o algún tipo de crisis social o económica, se convocaban elecciones bajo sufragio universal masculino y siempre ganaba el partido de la oposición. Era una forma de evitar el crecimiento de las críticas y de tratar de dar al régimen la estabilidad de la que había carecido España en los años anteriores, pues en poco más de seis años se había visto el derrocamiento de la reina Isabel II, el fracaso de la monarquía de Amadeo de Saboya, y la breve primera república.

Sin embargo, todo ese sistema canovista que criticaba Costa se basaba en el caciquismo, el control del voto por parte de las clases dirigentes, especialmente en el medio rural, y en la práctica imposibilidad de realizar cambios reales. Al final, Joaquín Costa se convirtió en el adalid del Regeneracionismo, y de un intento de cambiar las cosas en España. Pero si por otra cosa se le recuerda es porque fue una parte muy importante en la llegada de la bicicleta al país.

Joaquín Costa, obra de Victoriano Balasanz (1913).

Joaquín Costa, obra de Victoriano Balasanz (1913). / EL PERIÓDICO

Esta curiosa anécdota nos lleva al año 1867, cuando al todavía joven Costa aún le quedaba bastante camino por recorrer hasta conseguir la influencia y fama que logró con sus ideas y propuestas. En ese momento logró una beca de la Diputación de Huesca para ir París, donde se iba a celebrar una Gran Exposición Universal. Con la beca iba a poder investigar todos los nuevos inventos y mejoras técnicas, especialmente para el medio agrario, que los diferentes países iban a presentar en sus expositores. A cambio, el aragonés estaría trabajando haciendo las veces de portero en el pabellón de España en aquella expo.

Un día, algo llamó especialmente la atención de Joaquín, pues en uno de los expositores pudo admirar fascinado un velocípedo. Inmediatamente, esbozó como mejor pudo una especie de boceto del mismo que dibujó en papel de fumar, y ese mismo día lo envió por correo a un conocido suyo de la ciudad de Huesca: Mariano Catalán. Esta anécdota que cuenta Vicente Cajal en su libro Un oscense. Dice que Mariano Catalán era un herrero y tenía un taller en el Coso de Huesca. Tras recibir el boceto hecho por Joaquín Costa que le había enviado desde París, seguramente acompañado por alguna carta con instrucciones, Mariano se puso manos a la obra para crear el primer prototipo de bicicleta de la historia de España. Al menos que se sepa.

Ese mismo año de 1867 ya tuvo preparado en su taller la primera bici, un cacharro de 30 kilos de peso y que contaba con piezas hechas de madera, con el que dio gracias a la ayuda de uno de sus aprendices del taller que le iba empujando las primeras pedaladas. Sin embargo, el artefacto era muy mejorable, así que Mariano Catalán siguió trabajando en ello y más adelante fabricó una bicicleta totalmente hecha de metal, y con la que de la mano de Gregorio Barro se atrevió a recorrer más de 70 kilómetros, casi toda la distancia que separa las ciudades de Huesca y Zaragoza, en lo que posiblemente sea la primera marcha cicloturista de la historia de España. Un medio de transporte y también un deporte que sigue tanto tiempo después más vigente que nunca, y en el que por medio estuvo Joaquín Costa.

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